Miriam Kefauver Silva
Máster en Terapia Sexual y de Pareja
con perspectiva de género
1. Sexualidad y salud sexual
La sexualidad humana es un conjunto de características de tipo biológico, psicológico y sociocultural que se desarrollan a lo largo del ciclo vital de la persona. Abarca aspectos como el sexo, la identidad de género, la otientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. Por lo tanto, conforma un aspecto central de la personalidad, siendo un reflejo del nivel de bienestar físico, psicológico y social del ser humano. Ésta se puede manifestar a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, sentimientos, comportamientos, etc. (American Psychiatric Association [APA], 2014; Asociación Mundial para la Salud Sexual [WAS], 2009; Blümel, Binfa, Cataldo, Carrasco, Izaguirre y Sarrá, 2004; González, Molina, Montero, Martínez y Leyton, 2007; Martínez-Sanz, 2015). Para asegurar el desarrollo de una sexualidad saludable, los derechos sexuales universales (promulgados en 1997 y aprobados en 1999 por la WAS) deben ser reconocidos, respectados, ejercidos, promovidos y defendidos (Cabello, 2010; Federación Española de Sociedades de Sexología [FESS], 2015; Martínez-Sanz, 2015; Organización Mundial de la Salud [OMS], 2006; WAS, 2009).
En relación, cabe destacar otro concepto íntimamente relacionado: la salud sexual. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud sexual como: “un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad; no es mera ausencia de enfermedad, disfunción o malestar. Requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia” (Cabello, 2010; Martínez-Sanz, 2015; OMS, 2006).
A pesar de la importancia de ambos conceptos, no todas las personas son capaces de desarrollar libremente su sexualidad ni gozan de buena salud sexual. En especial, las mujeres son el colectivo más afectado, pues no sólo su sexualidad ha sido poco considerada a nivel científico, sino que sus derechos y libertades son coartados constantemente por el simple hecho de ser mujeres.
2. Violencia de género
En relación, la violencia de género es la forma de violencia contra la mujer más extendida a nivel mundial, se da en todos los entornos y grupos socioeconómicos, religiosos y culturales. Tiene su origen en el sistema patriarcal que defiende la superiodidad del hombre sobre la mujer y, se manifiesta a través de la discriminación, la desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres. La violencia de género se da en el contexto de una relación de pareja o expareja, donde el agresor mantiene o ha mantenido con la mujer un vínculo afectivo relativamente estable (p. ej. cónyuge, ex cónyuge, compañero, excompañero sentimental, novio o exnovio). Se refiere a cualquier comportamiento que cause o pueda causar daño físico, psíquico o sexual a la mujer, incluyendo las amenazas de estos actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad (Álvarez, Sánchez, Bojó, Zelaiaran, Aseguinolaza, Azanza y Caballero, 2016; Institut Balear de la Dona; Martínez-Sanz, 2015; Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2013a).
Por tanto, constituye un grave problema a nivel global, tanto por su prevalencia como por la gravedad de sus consecuencias sobre las víctimas, pues atenta contra su libertad y pone en riesgo su salud, su dignidad y su vida, así como la de sus hijos e hijas (Álvarez et al., 2016; Institut Balear de la Dona; Martínez-Sanz, 2015; OPS, 2013a).
3. Violencia sexual en las relaciones de pareja
Dentro de la violencia de género, se dan cinco tipos de maltrato (físico, psicológico, sexual, económico y social) que aunque pueden darse de forma aislada, lo habitual es que coexistan (Álvarez et al., 2016; Institut Balear de la Dona; Martínez-Sanz, 2015; OPS, 2013a). De estos tipos de maltrato, la violencia sexual es la que causa consecuencias más graves sobre la salud sexual y reproductiva de la mujer, por lo que vamos a profundizar más sobre ella.
La violencia sexual abarca todas aquellas acciones que obliguen a la mujer a realizar conductas sexuales no deseadas (p. ej. tocamientos sexuales con o sin masturbación; sexo oral; penetración vaginal, anal y bucal; penetración de objetos, etc.) a través de mecanismos que anulen o limiten su voluntad, como son la intimidación, la coacción, el chantaje, las amenazas, etc. Además, incluye aquellos comportamientos sexuales impuestos contra su voluntad (p. ej. bromas, comentarios e insinuaciones sexuales, humillaciones y vejaciones, conductas exhibicionistas, etc.)(Álvarez et al., 2016; APA, 2014; Institut Balear de la Dona; Martínez-Sanz, 2015; OMS, 2006; OPS, 2013a; OPS, 2013b).
También es violencia sexual obligar o impedir a la mujer a usar métodos anticonceptivos, a embarazarse o abortar, así como se mantener relaciones sexules cuando ella no se encuentra en condiciones de dar su consentimiento (p. ej. debido a la edad, enfermedad, discapacidad, estar inconsciente o intoxicado) o de rechazarlas (Martínez-Sanz, 2015; OPS, 2013b).
Este tipo de violencia por parte de la pareja habitualmente viene acompañada de violencia física y emocional, aunque puede ocurrir de la manera aislada (OPS, 2013b).
4. Consecuencias de la violencia sexual sobre la salud sexual de la mujer
En definitiva, la violencia de género, y en particular, la violencia sexual, implican importantes alteraciones sobre la sexualidad y la salud sexual de la mujer. Algunas de las alteraciones más significativas son:
4.1. Afectación psicológica y emocional
A nivel psicológico, las víctimas de violencia sexual en el ámbito de la pareja presentan una mayor tasa o gravedad de Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), así como un mayor grado malestar emocional que otras víctimas de violencia contra la mujer (miedo, rabia, culpa, desesperanza, etc.). Además, tienen una mayor probabilidad de padecer otras alteraciones clínicas como: depresión, ansiedad, síntomas somáticos, trastornos del sueño, trastornos de la memoria, baja autoestima, ideación suicida, sentimientos de culpa, entre otros (Álvarez et al., 2016; Martínez-Sanz, 2015; OPS, 2013b).
4.2. Disfunciones sexuales
Son un grupo de trastornos heterogéneos que alteran la capacidad para responder sexualmente o para experimentar placer sexual (APA, 2014; Cabello, 2010; Casas et al., 2007). Pueden ser causados y/o agravados por múltiples factores biológicos, psicológicos y socioculturales (Basson et al., 2000; Casas et al., 2007). A la hora de evaluar cualquier disfunción sexual, deben tenerse en cuenta aquellos factores que pudieran influir sobre su etiología y estado, como son: 1) factores de pareja (p. ej. problemas sexuales de la pareja, estado de salud de la pareja); 2) factores de la relación (p. ej., comunicación mala, discrepancias en el deseo de mantener actividad sexual); 3) factores de vulnerabilidad individual (p. ej., imagen corporal negativa, antecedentes de abuso sexual o maltrato psicológico), comorbilidad psiquiátrica (p. ej., trastornos depresivos, de ansiedad, etc.) y factores de estrés (p. ej., pérdida del empleo, duelo); 4) factores culturales o religiosos (p. ej., inhibición en relación a prohibiciones de la actividad sexual o el placer, actitudes hacia la sexualidad); y 5) factores médicos relevantes para el pronóstico, el curso o el tratamiento (APA, 2014; Casas et al., 2007).
Los disfunciones sexuales más frecuentes en mujeres víctimas de violencia sexual son: el trastorno del deseo sexual, el trastorno por aversión al sexo, el trastorno de la excitación sexual, el vaginismo y la dispaurenia (APA, 2014; Basson et al., 2000).
Asimismo, en función de su etiología y momento de inicio, las disfunciones pueden clasificarse en: a) de por vida, si los trastornos están presentes desde las primeras experiencias sexuales; b) adquirido, si los trastornos se desarrollan tras un período de actividad sexual relativamente normal; c) generalizado, si las disfunciones sexuales no están limitadas por los tipos de estimulación (situación, persona u objeto) y; d) situacional, si las dificultades sexuales únicamente se presentan ante ciertos tipos de estimulación (APA, 2014; Cabello, 2010; Casas et al., 2007).
4.3. Enfermedades de transmisión sexual (ETS)
Son aquellas infecciones transmitidas a partir del contacto sexual. Su etiología es diversa, pudiendo ser provocadas por bacterias, parásitos, hongos y virus. Algunas de las ETS más frecuentes son: la candidiasis, la gonorrea, la sífilis, el herpes simple, la clamidiasis, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), la hepatitis A, B, C, etc. El riesgo de contagio es mayor cuando hay un intercambio de fluidos corporales durante una penetración (anal, vaginal u oral) desprotegida. Por lo tanto, una forma de prevenirlas es utilizar métodos anticonceptivos de barrera (ej. preservativo de látex) y evitar el intercambio de fluidos durante las relaciones sexuales (Clemades-Pérez de Corcho, Fonte-Avalos y Ruiz-Rodríguez, 2008; Goikoetxea, 2014).
No obstante, no a todas las mujeres se les permite escoger el tipo de método anticonceptivo, incluso pueden verse obligadas a mantener relaciones sexuales sin protección, quedando totalmente expuestas al embarazo no deseado y a contraer ETS.
Finalmente, cabe señalar que no todas las ETS tienen cura y que aunque la mayoría de ellas afectan similarmente a hombres y mujeres, los problemas de salud que producen en las mujeres pueden ser más graves (Clemades-Pérez de Corcho et al., 2008; Goikoetxea, 2014; González et al., 2007).
4.4. Problemas relacionadas con la reproducción
Algunos de los problemas relacionados con la reproducción que pueden presentar las mujeres víctimas de violencia sexual son: embarazo no deseado, aborto espontáneo, aborto inseguro, hemorragias, laceraciones cervicales, lesiones intraabdominales, perforaciones uterinas, infecciones, salud reproductiva dañada (esterilidad), complicaciones durante el embarazo y el parto e incluso puede causar la muerte.
Sin embargo, la violencia sexual no sólo afecta directamente a la mujer que la padece, sino también puede tener graves consecuencias para el bebé, como son: riesgos para el feto, parto prematuro, alteraciones en el neonato (p. ej. bajo peso, menos tamaño, traumatismos, etc.) y muerte neonatal (Álvarez et al., 2016; Martínez-Sanz, 2015; OPS, 2013a; OPS, 2013b).
4.5. Lesiones físicas y problemas ginecológicas
Las víctimas pueden presentar problemas como irritación genital, fibromas, infecciones vaginales y urinarias, pérdidas de orina, hemorragias vaginales y anales, fístulas traumáticas, dolor vaginal, pélvico y/o abdominal, dispaurenia, entre otros (Álvarez et al., 2016; Martínez-Sanz, 2015; OPS, 2013a; OPS, 2013b).
5. Conclusiones
El objetivo de este artículo es dar a conocer las consecuencias que tiene la violencia sexual sobre la salud sexual de la mujer, cuestión que ha sido poco estudiada. La sexualidad y la salud sexual de la mujer, a pesar de su importancia, se ven gravemente afectadas por situaciones como la violencia de género. De entre todos los tipos de violencia contra la mujer, la violencia sexual es la que mayores implicaciones tiene a nivel psicológico, sexual y reproductivo. Las consecuencias más habituales de la violencia sexual son: alteraciones emocionales y trastornos psicológicos, disfunciones sexuales, enfermedades de transmisión sexual, problemas durante el embarazo y el parto, lesiones físicas y ginecológicas e incluso la muerte.
Afortunadamente, hoy en día muchos países están luchando activamente contra la violencia contra las mujeres, visibilizando esta problemática, promoviendo campañas de prevención y medidas específicas de intervención a nivel social, político, jurídico, académico, laboral y sanitario.
No obstante, a nivel de sexualidad y de salud sexual, no todas las consecuencias de la violencia sexual son consideradas con la misma importancia. Las alteraciones físicas y ginecológicas, las infecciones y las cuestiones reproductivas sí son atendidas con rapidez; sin embargo, otras problemáticas como son las disfunciones sexuales y cuestiones psicológicas asociadas a la sexualidad parecen relegadas ya no a un segundo plano, sino a un tercer plano, incluso. Si bien es cierto, que hay cuestiones que deben ser atendidas con mayor urgencia y prioridad que otras, no debemos olvidar el resto.
La intervención sexológica parece estar englobada dentro de la intervención psicológica, que pese a ser esencial, no todos los psicólogos están formados adecuadamente en sexología clínica. Por ello considero imprescindible, que además de la atención psicológica, se incluyan servicios de atención sexológica para la mujer.
6. Referencias
Álvarez, M., Sánchez, A. M., Bojó, P., Zelaiaran, K., Aseguinolaza, A., Azanza, M. T. y Caballero, S. (2016). Manual de atención psicológica a víctimas de maltrato machista. Colegio Oficial de la Psicología de Guipuzkoa.
American Psychiatric Association. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) (5ª Ed.). Madrid, España: Editorial Médica Panamericana, S. A.
Asociación Mundial para la Salud Sexual (2009). Salud Sexual para el Milenio: Declaración y documento técnico.Recuperado de: http://176.32.230.27/worldsexology.org/wp-content/uploads/2013/08/salud-sexual-para-el-milenio.pdf
Basson, R., Berman, J., Burnett, A., Derogatis, L., Ferguson, D., Fourcroy, J., … y Whipple, B. (2000). Report of the international consensus development conference on female sexual dysfunction: definitions and classifications. The Journal of Urology, 163(3), 888-893. doi: 0022-5347/00/1633-0888/0
Blümel, J. E., Binfa, L., Cataldo, P., Carrasco, A., Izaguirre, H. y Sarrá, S. (2004). Índice de Función Sexual Femenina: Un Test para Evaluar la Sexualidad de la Mujer. Revista Chilena de Obstetricia y Ginecología, 69(2), 118-125.
Cabello, F. (2010). Manual de sexología y terapia sexual. Madrid: Editorial Síntesis, S. A.
Casas, I., Guirao, L., García-Giralda, L., Alfaro, J. V., Sandoval, C. y García-Giralda, F. J. (2007). SyDSF-AP: un cuestionario de 21 ítems para aproximarnos a la salud sexual y detectar las disfunciones sexuales femeninas en Atención Primaria. SEMERGEN, 33(1), 9-13.
Clemades-Pérez de Corcho, T., Fonte-Avalos, V., y Ruiz-Rodríguez, M. (2008). Síndromes clínicos relacionados con las infecciones de transmisión sexual. En I. Arango-de-Montis. (Ed.), Sexualidad humana (pp. 305-372). México D.F., México: El Manual Moderno.
Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). (2015). Salud sexual. Recuperado de: http://fess.org.es/salud-sexual
Goikoetxea, Z. (2014). Prevención de las enfermedades de transmisión sexual (trabajo de fin de grado). Universidad Pública de Navarra, Navarra, España.
González, E., Molina, T., Montero, A., Martínez, V. y Leyton, C. (2007). Comportamientos sexuales y diferencias de género en adolescentes usuarios de un sistema público de salud universitario. Revista Médica de Chile, 135, 1261-1269.
Institut Balear de la Dona. Guía práctica sobre la Violencia contra la Mujer. Gobierno de las Islas Baleares. Consejería de Familia y Servicios Sociales.
Martínez-Sanz, A. (2015). Estudio de la violencia sexual sobre las mujeres en la relación de pareja, y las repercusiones de la violencia en pareja sobre la sexualidad de las mujeres: Estudio realizado en servicios públicos de la Comunidad Valenciana (tesis doctoral). Universidad de Alicante, Alicante, España.
Organización Mundial de la Salud (2006). Defining sexual health: report of a technical consultation on sexual health, 28-31 January 2002, Geneva. Recuperado de http://www.who.int/reproductivehealth/publications/sexual_health/defining_sexual_health.pdf
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