Marta Carrión Recio
Doble Máster de Sexpol
Resumen
Hay un gran problema con las infecciones de transmisión sexual, especialmente el VIH, en la sociedad actual. Este problema es notablemente crítico entre los jóvenes, ya que son una fracción importante de las personas afectadas por él. El presente artículo expondrá los motivos sociales que explican este repunte de la enfermedad, así como la importancia que tiene una buena educación sexual para ayudar a remitir el número de infecciones en la población española.
Problema:
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), «el VIH sigue siendo un importante problema de salud pública mundial, habiendo cobrado más de 35 millones de vidas hasta ahora». Los gobiernos de todo el mundo han implementado muchos programas para prevenir esta enfermedad y, aunque todos funcionaron (ya que el número de infecciones desde la década de 1990 hasta hoy ha disminuido notablemente), en la última década estos programas han sido cada vez menos recurrentes, ya que los gobiernos he dejado de invertir dinero para abordar este problema.
De acuerdo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019), para reducir la contracción de las infecciones de transmisión sexual en adolescentes, los adolescentes deben recibir «educación integral sobre sexualidad, asesoramiento previo y posterior a la prueba de ITS y VIH; asesoramiento sobre sexo seguro/reducción de riesgos, promoción de condones; […] educación y asesoramiento adaptados a las necesidades de los adolescentes. […] A pesar de los considerables esfuerzos realizados para identificar intervenciones simples que puedan reducir el comportamiento sexual riesgoso, el cambio de comportamiento sigue siendo un desafío complejo. La investigación ha demostrado la necesidad de centrarse en poblaciones cuidadosamente definidas, consultar ampliamente con las poblaciones diana identificadas e involucrarlas en el diseño, implementación y evaluación” (OMS, 2019).
La investigación realizada a través de encuestas de población confirma que la razón por la cual hay un aumento de la incidencia de la enfermedad en los últimos años entre los jóvenes es porque ya no le tienen miedo. Creen que de alguna manera son inmunes a infectarse, lo que proviene de una gran desinformación sobre la realidad de la enfermedad y los tratamientos disponibles para ella.
Revisión literaria.
Desde el año 1981, cuando se notificó el primer caso de SIDA en los Estados Unidos, los gobiernos de todo el mundo han trabajado sin esfuerzo para crear planes de prevención para erradicar esta enfermedad. Y, a pesar de la prueba científica de que dichos planes funcionan, en la última década, la financiación y el número de planes de prevención primaria se han reducido enormemente (Leidl, 2010). Es por eso que no es sorprendente que en los últimos años, en toda Europa, haya aumentado la incidencia de enfermedades de transmisión sexual, incluido el VIH/SIDA (León, 2014).
Como dijo Luc Montagnier en 1993, es muy importante tener en cuenta que todavía no tenemos una vacuna para prevenir esta enfermedad; lo que hace que los métodos de prevención sean la única forma de luchar contra ella y la única forma plausible de controlar la epidemia.
La transmisión sexual es la forma más común de infección y la que hace que sea más difícil de prevenir, ya que involucra a más de una persona. Y, en el caso de los adolescentes, este hecho se complica aún más debido a una serie de comportamientos de riesgo asociados con la adolescencia. Los datos epidemiológicos confirman la necesidad de centrar la prevención en este objetivo, ya que la mayor parte de la prevalencia del SIDA se da en la brecha de edad de 20 a 39 años, y la mayoría de las nuevas infecciones afectan a los jóvenes de 15 a 24 años (Comité Antisida de Extremadura, 2018).
A través de la prevención primaria, las acciones se centran en modificar las conductas de riesgo como la única forma de romper la cadena de contagio y controlar la epidemia. La investigación muestra que este tipo de programas funcionan mejor cuando se implantan en comunidades, que pueden ser a nivel institucional (como escuelas, centros de planificación familiar, etc.) y/o individual (asesoramiento psicológico, capacitación en habilidades personales, etc.) (Espada, 2001).
Pero el tipo de programas que se tienden a implementar en nuestro país no prestan atención a otras partes de la sexualidad: el placer, la intimidad y el deseo (Ollis, 2016), ni cubren la violencia sexual ni los riesgos del consumo de pornografía en los adolescentes. Por ejemplo, el programa propuesto por el Ministerio de Salud en 2015 se basó, como muchos otros propusieron antes y después, en la prevención (primaria y secundaria) de ETS y embarazos no deseados. Esta perspectiva conduce a una falta de salud sexual que se muestra en los problemas relacionados con cada asunto explicados a continuación.
El modelo integral de educación sexual está basado en una idea positiva de la salud, trata de llevar a cabo una promoción del bienestar y de la calidad de vida de la persona y la sociedad (Fallas, Artavia y Gamboa, 2012). Entiende la sexualidad como un derecho que nos proporciona bienestar, que debe ser respetada y que nos permite ser más libres, además de ser única para cada persona. De acuerdo a esta perspectiva, la sexualidad es una parte de cada persona con la que se pueden obtener múltiples funciones: placer, reproducción, comunicación, afectividad, etc. Tiene como fin la promoción de la aceptación de las diferentes identidades sexuales y la adquisición de conocimientos y habilidades relacionadas con las sexualidad en cada etapa de la vida. Asimismo, ofrece conocimientos científicos, aprendizaje de habilidades (sociales, comunicativas, de toma de decisiones…), adquisición de actitudes tolerantes y de una ética relacional básica (del conocimiento, de la igualdad, de la salud, del placer compartido, etc.), con la finalidad de establecer relaciones interpersonales de calidad.
Por tanto, la información proporcionada desde este modelo está libre de estereotipos, prejuicios y ambigüedades, y siempre reconoce el derecho al placer, independientemente de la situación sentimental y orientación sexual de cada persona.
Aunque se informa que aproximadamente el 98% de la población tiene conocimiento de la enfermedad y los comportamientos de riesgo asociados con ella, cuando observamos estudios más detallados vemos que esto no es cierto en el caso de los adolescentes. En lo referido a conocimientos sobre sexualidad, numerosos estudios (Jiménez et al., 2003; Dávila, Tagliaferro, Bullones y Daza, 2008; Guerrero, Guerrero, García-Jiménez y Moreno, 2008; Sociedad Española de Contracepción, 2019) han demostrado que la información de la que disponen los jóvenes acerca de comportamientos sexuales riesgosos, métodos anticonceptivos, ETS, etc. no sólo es limitada, sino que tiende a ser errónea. Esto supone que tienen acceso a muy poca información y, además, esta suele no ser certera (Ruiz, Jiménez, Ojeda, Rando, Martínez, 2019); lo que lleva a muchos de ellos a desarrollar prácticas y conductas inadecuadas que pueden desembocar en relaciones abusivas, ETS y embarazos no planificados, entre otros.
En España se han efectuado estudios para comprobar el nivel de conocimientos sobre sexualidad en jóvenes que demuestran la necesidad de educación sexual. Un estudio realizado por Salgado y Esquete (2010) dice que el 30,8% de los varones señalaron el material pornográfico como única educación sexual recibida. Además, expone que el preservativo, pese a ser el método anticonceptivo más conocido por ambos sexos, se utiliza únicamente un 35% en varones y un 37% en mujeres. Estudios achacan este desuso de medidas protectoras al incremento del uso de la píldora anticonceptiva, la cual no protege de ETS, justificando que en Europa se esté produciendo un repunte de éstas (León, 2014).
Ha habido muchas teorías que han intentado explicar por qué los adolescentes no usan protección cuando son conscientes de los riesgos que a los que se enfrentan y, aunque son diferentes, todas hablan de las mismas variables: variables sociocognitivas (como malas creencias, percepción de riesgo, gravedad de la percepción de la enfermedad, nivel de preocupaciones, etc.), variables de comportamiento (consumo de drogas y alcohol, variedad de parejas, accesibilidad y uso correcto de profilácticos, habilidades sociales, etc.), y variables actitudinales.
Entendemos la educación sexual como un proceso de aprendizaje permanente acerca de los aspectos cognitivos, emocionales, sociales y físicos de la sexualidad. Esta formación capacita gradualmente a los jóvenes, proporcionándoles información y ayudándoles a generar creencias, valores y actitudes positivas sobre identidades, relaciones e intimidad. Al mismo tiempo, les ayuda a adquirir habilidades comunicativas que permitan tomar decisiones sobre sexualidad, salud y bienestar (Bonjour y Van der Vlugt, 2018).
La educación sexual, por tanto, permite a los jóvenes entender y disfrutar su sexualidad, ser capaces de mantener relaciones seguras, comprensivas y satisfactorias, y responsabilizarse de la salud y bienestar sexual tanto propia como ajena.
Es importante recordar que la educación sexual es un derecho de todos los seres humanos, al estar directamente relacionada con la calidad de vida y formar parte del proceso de preparación para la vida adulta (IAAP, 2015).
ONUSIDA declaró que un programa es más efectivo cuando se implanta antes de que los jóvenes comiencen a tener relaciones sexuales (ONUSIDA, 2000), lo que recalca la importancia de que este tipo de programas se lleven a cabo en la etapa de enseñanza obligatoria. Muchos estudios también muestran que los programas son más efectivos cuando incluyen ejercicios, y no solo se basan en proporcionar información.
Situación actual en España.
Pese a ser un tema relevante, la educación en estos ámbitos sigue siendo escasa e insuficiente (Venegas, 2014). España, durante muchos años, trató la sexualidad como un tema tabú, siguiendo todavía en proceso de eliminar estos prejuicios. No obstante, parece que nos acercamos a una sociedad más tolerante que reconoce los beneficios de que los jóvenes tengan acceso a esta información.
Cada comunidad autónoma dispone de sus propios materiales, que generalmente son revisados por el Instituto de la Mujer de la región, lo que promociona una perspectiva de género. No obstante, observamos una transversalidad en los contenidos y bases de dichos materiales en las diferentes comunidades autónomas que nos posibilita poner en común una serie de conclusiones presentes en todos ellos, con las cuales podemos definir el modelo de educación afectivo-sexual existente en nuestro país (Venegas, 2011).
A pesar de que estos materiales existan, la educación afectivo-sexual se mantiene ausente en los medios socioeducativos y, cuando se da se hace desde el miedo, enfocada hacia la prevención en lugar de la responsabilidad y el placer (Venegas, 2011).
La educación afectivo-sexual se considera un derecho fundamental del ser humano ante el periodo de confusión y cambio que supone la adolescencia; pues tienen nuevo cuerpo y nuevas necesidades, deseos, miedos y afectos, y los mensajes que reciben sobre estos cambios son contradictorios. Pese a la importancia que diferentes entidades internacionales han otorgado a la sexualidad y a la afectividad, España todavía no dispone de leyes sólidas que regulen esta educación (Bejarano y García, 2016).
Conclusión.
En la sociedad española, y especialmente dentro de la población joven, se está dando un repunte de varias ITS, entre ellas el VIH. Tras comprobar la validez de diversos programas de educación sexual, considero que queda demostrado que el método integral es el que más resultados aporta, ya que no solo advierte de los peligros de esta enfermedad, sino que enseña el lado positivo de la sexualidad, permitiendo que los jóvenes puedan aprender a conocerse, relacionarse, aceptarse y expresarse de manera adaptativa.
Referencias
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