Núria Braña Peñas
Máster en Sexología y Género
¿Cómo puedo ponerme cachonda con algo que no existe en mi imaginario erótico?
Pornografía. Derivada del griego porne, prostituta, y grafos, descripción. No obstante, el fenómeno no sólo se puede explicar a través de su etimología. Pornografía puede definirse, de manera más amplia, como la “exhibición auditiva, visual y táctil de contenidos sexuales, cuya intención es despertar excitación sexual.” (Sierra y Cano, 2011). A su vez, Galdámez, Henríquez y Rodríguez (2014) exponen que “la pornografía circunscribe la sexualidad únicamente a su dimensión física; la tergiversa al tener como objetivo que el observador vea a la persona del sexo opuesto o del mismo sexo, según sea su orientación sexual, como el medio para alcanzar un fin: su placer.”
Así pues, podemos rescatar que el hecho pornográfico es corporal, es excitación sexual y es placer egoísta. Pero ¿hasta qué punto esto es cierto? Y, lo más importante, ¿cómo nos influye, si es que nos influye? En el presente artículo hago una reflexión sobre cómo la pornografía influye (o no) en nuestra educación sexual y la propuesta de una educación sexual feminista para combatirlo.
El habitus[2] de la sexualización, esquemas mentales de actuación, pensamiento y sentimiento en relación a la sexualización, se ha visto fuertemente influenciado en la actualidad. Vivimos en la era de Internet, en una sociedad internauta, donde cualquier idea tecleada puede ser encontrada y, ciertamente, sexualizada. Es por ello que la conducta sexual se ve condicionada y hace que se desarrollen procesos ritualizados. Uno de ellos, es en la formación del imaginario sexual, las creencias que tenemos naturalizadas, sin cuestionarnos el por qué y el cómo en relación a nuestra sexualidad. En esta era tecnológica configuramos, en gran medida, nuestro imaginario sexual a partir de lo que vemos en el porno, ya que es una de las mayores fuentes de educación sexual que tenemos. No compartimos nuestros gustos, nuestras reflexiones, somos simples consumidoras. Internet es una herramienta que satisface a nuestras inquietudes, pero ¿hasta qué punto nos limita? Consumir pornografía nos enseña[3] cómo iniciar una práctica sexual, los preliminares establecidos, cómo crear un ambiente adecuado, cómo han de ser los cuerpos y cuáles son eróticos, qué prácticas son las más habituales, qué respuesta se espera de mí, cuánto ha de durar el coito, qué partes hemos de estimular y cómo, qué ropa usar… además de valores y tabús. (Ballester y Orte, 2019)
Si analizamos las cinco páginas de contenido pornográfico mainstream[4] más consumidas en el territorio español y cuáles son sus vídeos más vistos, nos encontramos títulos que giran en torno a violaciones individuales o en grupo, infidelidades, compilaciones de squirts (en dichas páginas entendidas como orgasmos), pilladas por sorpresa, cams robadas de chicas cis, culos grandes de chicas cis, incesto, chicas cis jóvenes rozando los dieciocho y chicas cis categorizadas como beauty[5]. Además, las pautas en los encuentros sexuales suelen ser las mismas: 1. Encuentro fortuito. 2. Todas las personas que van a formar parte de dicho encuentro ya están excitadas y a punto de caramelo por la gracia de Dios. 3. Felación. 4. Cunnilingus (si hay suerte y, siempre, mucha menos inversión de tiempo que la felación). 5. Penetración vaginal. 6. Penetración anal (si se da el caso). 7. Eyaculación del hombre cis sobre la mujer cis, facial la mayoría de las veces.
¿Qué podemos analizar de este top de más buscados? Lo dicho anteriormente: valores y tabús. Valores como el coitocentrismocomo práctica principal, los cuerpos cis como erotizados y erotizables, qué son y qué no son preliminares y la connotación de dicha palabra (¿preliminar a qué, al coito? ¿todo lo que no sea el mete-saca no es sexo como tal?), la heterosexualidad como lo natural y la homosexualidad y la transexualidad como fuera de la norma, entre un largo etcétera. Además, algo a recalcar es que las prácticas sexuales de alto riesgo llevadas a cabo en las escenas pornográficas son cada vez son más familiares y aceptadas por las personas consumidoras (y llevadas a cabo). Prácticas como el sexo vaginal sin preservativo en pareja y grupo, el sexo anal sin preservativo en pareja y grupo y, la eyaculación en la boca en pareja tras sexo anal sin preservativo (del Barrio-Álvarez y Garrosa, 2015). Esta naturalización de las prácticas sexuales de alto riesgo, junto a la desinformación, dan pie al aumento del número de casos de personas infectadas por ITS en los últimos años.
Tabús. Ideas que contribuyen a mantener los estereotipos y que coartan las libertades del imaginario y de la educación sexual (Preciado, 2008). La menstruación y el sexo. No vemos películas en las que salgan personas durante su periodo menstrual teniendo sexo, ya sea masturbándose, masturbándole, practicando coito u otras prácticas. El vello corporal. En los vídeos grabados en la actualidad, poco vello corporal vemos en el pubis, axilas, o en otras partes del cuerpo no normalizado como en la cara, brazos o piernas de mujeres cis. ¿Es que siempre está la gente depilada para un encuentro fortuito? ¿Es necesario estar depiladas para tener sexo? Esto genera una enorme presión, eliminando características que no corresponden con lo que se espera de ese sexo (no vemos a mujeres cis con pelo en la cara, por ejemplo), reforzando los estereotipos de feminidad y masculinidad. El pene flácido. La erección de lo que se entiende por masculinidad. Siempre se nos presenta un pene poderoso, un pene erecto, un pene predispuesto a la penetración. No se presentan penes flácidos con personas excitadas, como si fuese imposible, como si fuese excluyente, con toda la coacción que eso acarrea, con toda la frustración que puede consecuenciar. (Del Barrio-Álvarez y Garrosa, 2015). Tampoco se nos muestran cuerpos intersexuales, sexo sin coito, caricias, la mujer cis teniendo la iniciativa siendo deseante además de objeto de deseo, transexualidad y, otro sinfín de etcéteras. Si no lo vemos, no existe, nos educan a que no es erótico.
Con todo lo que hemos dicho hasta ahora hemos dejado claro que la pornografía es Satanás. Pues bien, ahora viene la sorpresa: quizá no lo es tanto. Se han escrito y viralizado muchas noticias en relación a estudios que perpetuaban la idea de que la pornografía tenía una relación directa con la cultura de la violación y la violencia patriarcal. Cierto es que muchos análisis se han dedicado a estudiarlo, pero la mayoría han sido con una muestra pequeña, cis y blanca. Bergen y Bogle (2000) afirmaron que muchos de los estudios que relacionan el porno con las violaciones solían estar sesgados por la muestra, ya que se escogían a personas que eran acusadas de violación y a personas que habían sido víctimas. Algo que sí confirman, según sus estudios, Kjellgren et al. (2010) e Ybarra et al. (2011) es que personas que consumen porno hardcore practican un estilo sexual más agresivo; al observar violencia hacia las personas con vulva, se naturaliza el hecho y se hace más tolerable.
Entender la diferencia entre deseo sexual y fantasía sexual también es un pilar clave para entender la pornografía y educarnos sexualmente. El deseo sexual responde a una idea en el imaginario erótico que deseo realizar. Por ejemplo, tengo el deseo de practicar sexo anal con mi pareja. Quiero que se convierta en una conducta real. Por otro lado, la fantasía sexual se corresponde a un deseo sin intención de revertirlo en conducta. (Tasso, 2015). Un ejemplo claro es una de las fantasías más recurrentes (en el 62% de las mujeres) en mujeres cis: la violación, según el estudio Women’s Erotic Rape Fantasies. Estas, exponen, que les atrae y les excita la idea de pensar en cómo una persona, o varias, utilizan si cuerpo para su disfrute, que se aprovechen de ellas, adoptando el rol pasivo en la relación.
Si esto fuera cierto (no podemos entender un estudio como un hecho totalmente representativo), deberíamos también analizarlo. La investigadora Marta Meana argumenta cómo es el rol narcisista en el deseo de la mujer cis, queriéndose ver admirada eróticamente por la pareja. Por otro lado, J. Benjamin defiende la idea de “el goce que la transgresión proporciona”. Bueno. yo me pregunto si realmente esto es una decisión propia y libre de la mujer cis o, si realmente, ha sido la cultura de la pornografía que nos ha enseñado a generarnos dicha fantasía. No sé, os lanzo esta idea. ¿Hasta qué punto somos libres o nos creemos libres en nuestro imaginario erótico?
Ahora bien, el debate pro y contra pornografía lleva dándose desde hace décadas. En España este debate se abrió a partir de los ochenta al dejar el fascismo atrás (supuestamente). En EE.UU. se venía dando desde los setenta. Las feministas radicales entienden la pornografía como la perpetuación de la violación, de la mujer como objeto y de la limitación del deseo; las feministas críticas y defensoras de la teoría queer defienden la idea de regularla y la utilización del pensamiento crítico, no de prohibirla. Por un lado, las abolicionistas de la pornografía caen en un pensamiento moralista que genera más poder a la estructura patriarcal versus las no abolicionistas, que ven el porno como un discurso cultural y político para representar sexualidades que el patriarcado ha dejado al margen (Butler, 2006) (Lust, 2009). ¿Quién tiene razón? Tampoco lo sé. Es cuestión de perspectiva.
Resumiendo, la pornografía mainstream que se filma y consume, actualmente, responde a unos ideales de dominación del hombre cis sobre la mujer cis, desnaturalizando el placer de la mujer cis y centrándose en el del hombre cis, violento, patriarcal, con unos modelos de belleza poco representativos y limitantes. Debemos aceptar que no es un ideal referente. Así pues, ¿cómo podemos hablar de libertad sexual sin una educación sexual que abogue por un pensamiento crítico en relación a la pornografía? Como alternativa a la casposidad de la pornografía mainstream, invito a indagar sobre la pornografía feminista, que no porno para mujeres como muchas veces se piensa, si no en igualdad de derechos eróticos, de Erika Lust, Ersties, Pink & White, entre otros (enlaces en la bibliografía). Este modo de entender la pornografía lucha en pos de que la mujer cis se la reconozca como ser deseante y no solo deseado. No es una versión light de la pornografía como muchas personas creen. Es empoderante, presenta todo tipo de cuerpos normativos y no normativos, con pelo, sin pelo, de colores, de estilos, erotiza partes del cuerpo hasta ahora no representados como eróticos, fantasías donde cambian los roles de género y, algo muy importante y que no siempre se da en el porno mainstream: respeta a los actores y actrices involucrados en la película.
Me gustaría dejar la reflexión abierta al debate, en cómo la pornografía influye en la perspectiva de nuestra sexualidad y cómo perpetuamos las desigualdades que se normalizan en dicha pornografía. Y, sobre cómo la pornografía feminista es de pago, ya que no hay suficiente consumo de la misma por el desconocimiento y la poca difusión (¿no interesa?) siendo difícilmente autosostenible de manera gratuita en la actualidad.
Mi punto está en pos de las no abolicionistas, a favor de regular la pornografía y de desarrollar un pensamiento crítico, en el que se desarrolle una sexualidad no centrada en las prácticas coitocentrales, en la empatía, en el egoísmo positivo, la escucha activa, la responsabilidad del propio placer, la ruptura del patriarcado, la normalización de cuerpos y modelos de belleza no normativos, la naturalización de otras maneras de relacionarnos y follar. En pensar y sentir qué nos gusta, no qué debería gustarnos. En conocernos y reconocer.
La urgencia de una educación sexual es innegable.
BIBLIOGRAFÍA
¿Dónde ver pornografía feminista? Recuperado de: https://malvestida.com/2018/01/donde-ver-pornografia-feminista-alternativa-a-youporn-pornhub/
¿Qué es la pornografía feminista y dónde verla? Recuperado de: https://hellonipple.com/Porno-feminista
Ballester y Orte (2019). Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales. Revista Andaluza de Ciencias Sociales nº13. Recuperado de https://conversesacatalunya.cat/wp-content/uploads/2019/06/TF17PORNOGRAFIA.pdf
Bergen, Raquel K., y Bogle, Kathleen A. 2000. Exploring the connection between pornography and sexual violence. Violence and Victims, 15(3): 227-234
Butler, J. (2006) Deshaciendo el género. Madrid: Paidos
Del Barrio-Álvarez y Garrosa (2015). ¿Educando en igualdad? Análisis de la triada pornografía-discriminación-violencia. Feminidad y masculinidad en la pornografía convencional. Jorunal of Feminist, Gender and Women Studies 1: 28-39, enero. Recuperado de: https://revistas.uam.es/revIUEM/article/view/409/0
Galdámez, E., Henríquez, E. y Rodríguez, E. (2014). La difusión de la pornografía, por medio del Internet como causante de agresiones sexuales. Trabajo de pregrado (Ciencias Jurídicas). Universidad de El Salvador. Recuperado de: http://ri.ues.edu.sv/
Kjellgren, Cecilia; Priebe, Gisela; Svedin, Carl; y Langstrom, Niklas. 2010. Sexually coercive behavior in male youth: Population survey of general and specific risk factors. Archives of Sexual Behavior, 39: 1161-1169.
La violación: la “fantasía más femenina”. Recuperado de: https://www.levante-emv.com/blogs/loveando/la-violacion-la-039-fantasia-039-mas-femenina.html
Las 10 páginas más vistas porno España. Recuperado de: https://www.euribor.com.es/2020/02/14/las-10-paginas-para-adultos-mas-visitadas-en-espana/
Lo más buscado en pornhub. Recuperado de: https://es.pornhub.com/video/search?search=los+mas+vistos
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Lust, E. (2009). Porno para mujeres. Barcelona: Melusina.
Preciado, B. (2008). Pharmaco-pornographic Politics: Towards a New Gender Ecology. Parallax, 14(1): 105-117.
Sierra, Á. y Cano, A. (2011). Pornografía: tergiversación de la sexualidad. Recuperado de: https://buenosarticulos.files.wordpress.com/
Tasso, V. (2015). Confesiones sin vergüenza. Las mujeres españolas nos cuentan sus fantasías sexuales. Ed. Grijalbo.
Ybarra, Michele L.; Mitchell, Kimberly J.; Hamburger, Merle; Diener-West, Marie; y Leaf, Philip J. 2011. X-rated material and perpetration of sexually aggressive behavior among children and adolescents: Is there a link? Aggressive Behavior, 37: 1-18.
[1] Aclaro que utilizo el femenino genérico en todo el artículo haciendo referencia a personas, no sólo a mujeres cis.
[2] Concepto de Bourdieau que hace referencia a las “estructuras estructurantes estructuradas”.
[3] Entendiendo enseñar como expresar y educar.
[4] Pornografía tradicional, machista, heteropatriarcal.
[5] En las páginas porno, la categoría beauty se refiere a gente que responde a los cánones de belleza establecidos.
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