Zahira Zotes López
Master Terapia sexual y de pareja
En los últimos años, gracias a las luchas feministas, se ha conseguido un gran avance en la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres, con la aprobación a nivel legal de leyes y planes para su desarrollo en este país. Brecha salarial, techo de cristal, tasa rosa, cada vez más a nivel económico y laboral se van imponiendo normas para que esto deje de existir. Pero a nivel sexual hay otra brecha que superar a la cual no se hace referencia, ya que está fuera de cualquier regulación, pero tiene que ver con cómo concebimos las relaciones sexoafectivas y el derecho a nuestro placer: Es la brecha del orgasmo.
Según estudios, en las relaciones heterosexuales hay una brecha entre los orgasmos que tienen los hombres y los que disfrutan las mujeres en una misma relación, siendo mayores los de los hombres. En estos estudios se hizo notar que las mujeres homosexuales tenían los mismos orgasmos en sus relaciones sexuales que los hombres heterosexuales.
Entonces, ¿por qué las mujeres no reclamamos nuestro derecho a orgasmar? ¿Por qué se fingen los orgasmos?
Hasta hace relativamente poco tiempo, se consideraba que la mujer no tenía deseo y que no gozaba con la práctica sexual. A nivel anatómico, se consideraba la vagina como el pene pero a la inversa, y que teníamos envidia de pene, según Freud y los psicoanalistas. Hasta que descubrieron el clítoris, el único órgano del cuerpo humano dedicado al placer. Pero el disfrute de los orgasmos clitorianos, según Freud, era señal de una inmadurez por parte de la mujer, por lo que para entrar en una sexualidad madura y femenina, tenía que relegarlo y priorizar la vagina como órgano fundamental.
En los estudios de Masters y Johnson, se aclaró que una de las formas es las que las mujeres llegan mas fácil al orgasmo es a través de la estimulación directa del clítoris, teniendo muy difícil llegar solo con la penetración.
En la cultura tradicional y patriarcal la sexualidad femenina ha sido siempre reprimida y castigada. Relegada solo a la función de la reproducción , una mujer que disfrutara de su sexualidad era calificada como puta y castigada al ostracismo de no ser una buena esposa. Y es que buena esposa y buena madre, se asociaba con el arquetipo de la Virgen María, asexuaxuada. Aun hoy nos tenemos que quitar de encima muchos años de prejuicios.
Vemos el patriarcado en la manera de concebir por ejemplo los orgasmos según el antropólogo ,que aparece en el libro La construcción social del amor romántico de Coral Herrera, Donal Symons para el cual el orgasmo femenino al no tener ninguna utilidad biológica para la reproducción ha subsistido a la evolución humana solo por la importancia del mismo para los hombres. Alucinante reflexión. El orgasmo para él se vive como la satisfacción del macho , es su gratificación de su virilidad.
Puesto que se vivía la sexualidad femenina como responsabilidad del hombre, es él quien te hace disfrutar. El orgasmo según Coral Herrera alimenta el ego del macho, prueba de ello es que muchas fingen tenerlo para no herir a su compañero.
Sigue Coral “En el patriarcado el falo se ha considerado el elemento principal de las relaciones sexuales, y el orgasmo femenino el modo de cuantificar la potencia y virilidad masculinas . En un mundo donde todo se mide y calcula, la tiranía del orgasmo obliga a los machos a preguntar a la mujer al final del acto sexual: ¿Cuántos has tenido? Que es una forma de obtener una puntuación sobre su capacidad erótica y sexual”.
Es en la educación machista dicotómica jerárquica y patriarcal en las que se educan a las mujeres y hombre en esta sociedad, donde tenemos que mirar para poder solucionarlo.
En la tradición judeocristiana la sexualidad femenina fue la que nos sacó del paraíso y por ello siempre ha sido castigada y maldecida. La mujer por educación no podía decir que tenía deseo y había que vivirlo en la clandestinidad. De hecho la Inquisición, hizo su trabajo de asesinar a miles de mujeres que vivían libremente su sexualidad decidiendo lo que hacían con su cuerpo. Por ello se aprendió que el placer era pecado, sucio, desagradable, inmoral..
Gracias a las luchas feministas hemos ido conquistando de nuevo nuestro cuerpo ya que se encontraba colonizado.
En las consultas sexológicas , mujeres acuden con dificultades para llegar al orgasmo o no habiéndolo tenido nunca.
Descartando causas biológicas, las demás causas tienen que ver con cómo hemos aprendido a orgasmar y por problemas de pareja.
Las mujeres han tenido mucha dificultad para desarrollar su genitalidad debido al tabú de las masturbación femenina.
Nos dice Fina Sanz que “El placer es algo autónomo es la capacidad que tenemos las personas de gozar , porque nuestro cuerpo es sensible. El placer no lo da nadie. Habitualmente se ha hecho depender el goce o la respuesta orgásmica de la persona con quien se mantenía una relación haciéndole responsable. Pero la capacidad de placer depende de la disponibilidad personal mas que del virtuosismo ajeno”.
El reconocimiento del derecho al placer sexual que en las ultimas décadas se otorga a las mujeres ha pasado de ser un derecho de estas a la casi obligatoriedad de experimentar placer sexual y de concluir en un orgasmo.
Orgasmo que debido al auge de la pornografía tiene que vivirse de determinada manera, con gritos, squirt, y además solo con la penetración.
Por ello sigue Fina Sanz diciéndonos que el “desconocimiento de la erótica femenina supone la búsqueda de un patrón de referencia normalizado masculino en el que esta incluida una respuesta orgásmica , focalizado genitalmente, explosivo”.
Por todo ello, para seguir reivindicando nuestros derechos, es fundamental que en nuestras relaciones sexuales heterosexuales reclamemos nuestro derecho al placer.
- En primer lugar, no fingiendo. Si el macho se siente frustrado, es su problema. El nuestra es disfrutar de las posibilidades de nuestro cuerpo y si no lo conseguimos de determinada manera probar de otra. Superar el falocentrismo y el coitocentrismo de esta sociedad patriarcal.
- En segundo lugar, no obligándonos a tener orgasmos. Disfrutar del momento. Dejar de llamar preliminares a aquellas practicas que nos hacen disfrutar.
- Y por último, mucho autoconocimiento y autocuidado. Dedicarnos el tiempo necesario a nivel sexual para disfrutar y para conocer nuestro mapa erótico.
Superemos la forma patriarcal de ver nuestra sexualidad y responsabilicémonos de nuestro placer.
Herrera, C. (2010) La construcción social del amor romántico. Madrid. Editorial Fundamentos.
Sanz, F. (1990) Psicoerotismo femenino y masculino. Para unas relaciones placenteras, autónomas y justas. Barcelona Kairós.
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