Elena Troyano Murillo
Máster en Sexología y Género
Caricias.
Parece como si la palabra no pudiera hacer daño, parece blanda, suave, inofensiva. Parece como si fuera imposible no desearlas. Daína, la perra que convive en la casa que comparto, me chupa insistentemente mi pecho y yo comienzo a pensar si es la forma en que puede mostrarme su afecto; quizá sólo sea que le gusta el sabor de mi piel, quizá investigue qué tal estoy. Pero sus lametones, sus jugosas caricias son las que me orientan a la hora de encauzar este artículo.
Llevaba días en ver como ordenar tantos datos en referencia a la puesta en libertad de los violadores de San Fermín, sé que tendría que simplificar en bien de la comunicación y nombrar como caso la manada, pero que unos individuos se autocalifiquen de una manera no les da derecho a que las demás les nombremos igual, máxime cuando ensalzan algo que ni en sueños podrían llegar a formar.
Una manada la integran seres salvajes, con sus diferencias etarias y sexuales, y ellos no cumplen ningún requisito. Sí que es cierto que muchas personas les califican como bestias y realmente lo son. De hecho forman parte de una cabaña ganadera humana, ¿inconscientes? de su domesticidad. Se acercan también en su funcionamiento al de una jauría, que según la RAE son perros mandados por un perrero que levantan la caza en una montería y visto toda la violencia simbólica que ha aflorado en este circo mediático ellos han hecho bien su papel. Violar, vejar, robar y despreciar a una persona quizá no llegue a la altura del trauma que ha supuesto pasar por todo lo que ha venido después.
Ríos de noticias se han escrito, se escriben y seguirán escribiéndose en torno a este caso como de otros con similares veredictos que han sucedido a la par en otros países (el caso de los porkis de México o el de los jugadores de futbol en Irlanda). La indignación de la sociedad iba en aumento según iban transcurriendo los acontecimientos. No debíamos esperar una Justicia ejemplarizante, porque la Justicia ha de ser imparcial y su función no es dar ejemplo. Tampoco cargar contra ella porque no pudiera aplicar con cordura unas leyes obsoletas.
En 1974 Noreen Connell y Cassandra Wilson con su libro Violación: el primer libro de consulta para la mujer, anunciaban que su objetivo final era eliminar la violación y que ese objetivo no podía ser logrado sin una transformación revolucionaria de la sociedad.
44 años después seguimos sin transformación, sin revolución, con unos estamentos que en realidad son REVIOLACIONARIOS, porque vuelven a violar a todas las mujeres con sus JODISPRODENCIAS y PENEDICTOS.
Pretendernos hacer creer que es lo mismo una violación que una sesión de BDSM, es como para llegar a pensar que judicaturas y legislaturas están en manos de caraduras o lo que es peor de personas que hace mucho tiempo dejaron de ser humanas.
La antropóloga Peggy Reeves Sanday nos comenta que las tribus proclives a violar son las más agresivas y guerreras, las que atacan a otros grupos y las que entran en guerra, las que en su seno se da un alto grado de violencia y en las cuales impera una ideología que exalta la fortaleza masculina. No hay que ser muy avispada para darse cuenta de que son todos valores que cotizan en bolsa (aunque el tráfico de armas sea camuflado como ayuda al desarrollo).
A veces sufro la conspiranoia de que se estuviera haciendo un experimento a nivel mundial de ver hasta dónde, las mujeres podemos aguantar sin cometer los mismos crímenes. A veces pienso si liberar a los violadores del caso de los Sanfermines es para llenarnos de tanta rabia que nos haga desear tener no sólo una pena de prisión permanente revisable sino incluso una pena de muerte.
Me viene un poema de Elena Barrio:
Temo de veras el día
en el que todo el odio que estáis sembrando en mí
estalle y se lleve a un alma inocente por delante.
De verdad, temo mis adentros, mis sombras.
Temo por toda la ira que resuena en mí
Por haber nacido mujer en este mundo.
Carne vacía.
Temo mis manos tiernas,
Cargadas de violencia.
Temo mis dientes blancos,
que supuran rabia
Carencias.
Nos embuten la creencia de que es normal carecer. No se puede tenerlo todo. Sabemos que nos falta algo pero nos equivocamos de lleno en saciar nuestros apetitos. Como diría Casilda Rodrigañez, han reprimido nuestra sexualidad primaria y La gran herida permanece abierta.
Y parafraseando a Bell Hooks No existe vida en la violencia. Cada acto de violencia nos acerca a la muerte
Mamar y amar debería haber sido nuestro destino cuando aparecimos en este mundo. Lástima que algo tan simple haya sido sistemáticamente reprimido. Quizá ya va siendo hora de que nos apropiemos del Amar como una acción política. Por eso cuando se está difundiendo en las redes el boicot a los Sanfermines animando a que no acuda ninguna mujer a la fiesta, me parece más acertado que se concentrara en la ciudad una marcha de las putas (la slutwalks que se originó en Canadá), tomáramos las calles pamplonicas y coreáramos su eslogan:
NUESTRA VENGANZA ES LA ALEGRÍA.
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