Fátima Castaño Ferrero
Máster en Terapia sexual y de pareja
con perspectiva de género
El cáncer sigue siendo una de las principales preocupaciones sanitarias en el mundo. Según datos publicados por SEOM (Sociedad Española de Oncología Médica) referidos al estudio Globocan, 18,1 millones de nuevos casos fueron diagnosticados en el mundo en 2018 y se estima que en España el número de pacientes diagnosticados en 2020 será de 277.394, según los cálculos de REDECAN. (1)
Estos datos anuales, junto con la mejora de la supervivencia en la mayoría de los diagnósticos o incluso la cronicidad en alguno de ellos, hace que nos encontremos ante un gran grupo de población que convive o ha convivido en algún momento de su vida con el cáncer.
Actualmente sigue siendo una prioridad salvar la vida a todos los pacientes y, de hecho, vemos como cada año, llegan nuevas opciones terapéuticas que abren vías para la esperanza. Pero, el cáncer no solo es una enfermedad física. El cáncer llega a la vida de las personas, en la mayoría de los casos para quedarse, y atañe a todas las esferas del ser humano. Los objetivos ya no son solo la curación física o la cronicidad, sino también la mejora de la condición social, psicológica y espiritual de todos los afectados.
La esfera emocional de pacientes y familiares se ve indudablemente afectada, generando también repercusión en la vida de los familiares y en sus relaciones sociales. Según datos de la AECC, hasta el 50 % de las personas que lo padecen pueden presentar malestar emocional clínico y en más del 30% de los casos requieren atención psicológica especializada, incluso los trastornos depresivos pueden afectar entorno a un 10% de los pacientes. (2)
Los afectados ya no viven resignados a ver mermada su vida y buscan que esta tenga la suficiente calidad para que les siga motivando para afrontar las dificultades de la enfermedad. Como decía el periodista deportivo Michael Robinson, paciente de Melanoma, “el cáncer me matará una vez, pero no todos los días”. Y en este sentido los pacientes, familiares y profesionales nos afanemos por favorecer la calidad de vida de todos las personas que conviven con la enfermedad y por disminuir las secuelas que el cáncer o sus tratamientos pueden suponer en sus vidas.
Por ello, un área humana tan indispensable para la calidad de vida de las personas como la sexualidad se pone en el foco de mi interés profesional, debido a la gran demanda de información y atención por parte de pacientes y familiares, y la escasa oferta de asesoramiento y abordaje especializado por parte de los profesionales dedicados a la salud.
Son pocos los profesionales sanitarios que evalúan la repercusión de la enfermedad y sus tratamientos en la vida sexual de sus pacientes, en general, prejuicios sobre la edad, tabúes personales, escasa formación y desconocimiento, hacen que estos temas se obvien y pasen totalmente desapercibidos. La “infraexploración” de la sexualidad es un hecho que redunda en una mayor dificultad por parte de los afectados para recuperar su normalidad.
Las repercusiones en la función sexual de los pacientes son claras y están descritas por números estudios, el deseo sexual inhibido, disfunciones de la excitación, del orgasmo, vaginismo, dispareunia, son altamente frecuentes en todos los pacientes y patologías.
Algunas enfermedades oncológicas inciden directamente en la función física sexual como las patologías genitourinarias, ginecológicas, endocrinas, cerebrales y aquellas que tengan la capacidad de generar lesiones secundarias (metástasis) en áreas relacionadas con la fisiología sexual.
Del mismo modo la imagen corporal puede verse en gran medida afectada por las repercusiones de tratamientos sistémicos (quimioterapia, hormonoterapia, inmunoterapia,…), o más localizados como cirugías o radioterapia que en muchos casos suponen cambios drásticos como amputaciones, ostomías,… que requerirán un gran esfuerzo de los pacientes para integrar su nueva condición física de forma permanente en muchas casos.
Los pacientes no solo tendrán que afrontar los efectos secundarios de los tratamientos como astenia, emesis, dolor, … en muchos casos se esforzarán por adaptarse a cambios en su aspecto físico como consecuencia de los mismos, como cambios en su peso, su cabello, cicatrices, reacciones dermatológicas, …etc., incluso estos cambios podrán afectar a áreas especialmente erotizadas como el pecho, los genitales, … o de forma no visible a áreas con gran simbología como la próstata, los ovarios o útero.
El área sexual puede verse afectada por todos los aspectos expuestos. En algunos estudios se habla de tasas de afectación en el área sexual de hasta un 85% de los pacientes (3), no obstante, son datos que indudablemente falta por precisar.
Algunos ejemplos que ilustran la afectación del área sexual por patología:
- Según ciertos estudios entre el 40 y el 80% de las pacientes con cáncer de mama presentan disfunciones sexuales, y según un estudio de FECMA esta cifra puede elevarse hasta el 91% de las mujeres tras el cáncer de mama, relacionándose con causas como pérdida de función ovárica en mujeres jóvenes tras quimioterapia, la propia hormonoterapia, la distorsión de su imagen corporal, alteraciones psicológicas secundarias al diagnóstico, tratamiento, miedo a la recaída, etc. (4)
- Varios estudios observan una asociación entre depresión, disfunción sexual y esterilidad en pacientes con cáncer testicular (5)
- En pacientes con cáncer de próstata se observa hasta un 60-80% de disfunción eréctil postoperatoria debido a lesiones secundarias en los nervios erectores (6) y una disminución de la cantidad de semen tras la prostatectomía.
- En el caso de los cánceres ginecológicos hay datos incluso más llamativos un estudio cualitativo detalla que el 100% de las mujeres operadas de cáncer de mama y útero sufre un impacto negativo en su actitud hacia la sexualidad y una disminución en su actividad sexual (7). Existe cierta controversia en cuanto al tipo de afectación pero queda claro que el cáncer ginecológico y sus tratamientos puede afectar a todas las fases de la respuesta sexual. Es muy frecuente el deseo sexual inhibido, el vaginismo, la disfunción de la excitación, dispareunia y disfunción del orgasmo.
Factores como los problemas de pareja, la falta de autoestima, la infertilidad, el disconfort con la imagen corporal, la sequedad vaginal o el miedo al dolor son factores psicológicos catalizadores y perpetuadores de todas las disfunciones.
Los miedos de los pacientes ante la recuperación de su vida sexual son tan variados como personas se ven afectadas por una patología oncológica pero sirvan como ejemplo el miedo al dolor, rechazo de la propia imagen corporal, rechazo del placer, rechazo a sentir deseo, presión de ejecución, …
La sexualidad es un elemento clave para una rehabilitación integral de las personas tras el cáncer y una magnífica herramienta para favorecer una mejor recuperación de los pacientes durante la enfermedad.
Mi experiencia clínica me dice que la recuperación de una sexualidad positiva por parte de los pacientes tiene un simbolismo psicológico enorme ya que supone la constatación de que su cuerpo también puede devolverles sensaciones positivas como el placer y la satisfacción, favorece la autoaceptación y una mejor relación con el entorno.
En muchos momentos los síntomas propios de la enfermedad, los efectos secundarios, el dolor, el cansancio, el miedo, la incertidumbre o la tristeza ocupan todo el espacio mental y físico, pero convivir con el cáncer, afrontar el cáncer conlleva empezar a controlar los síntomas, a adaptarnos a las emociones y manejarlas y poco a poco comenzar a poner el foco en lo positivo que puede ofrecerte la vida, las relaciones y tu cuerpo a pesar de la enfermedad.
Los pacientes deben hacer un gran esfuerzo para volver a permitirse darse placer, para recuperar su calidad de vida, para rediseñar su erotismo, su sensualidad de forma individual y en pareja y en muchos casos es necesaria una orientación. Un profesional de la sexología podrá ayudar a los pacientes a reconstruir su concepto de sexualidad y su erotismo, y a identificar las creencias limitantes o los encorsetamientos educativos que merman su capacidad para experimentar placer.
Los sexólogos podrán formar a los pacientes sobre la biología y la función sexual de forma que puedan encontrar caminos alternativos hacia la autoaceptación, el disfrute y el placer en cualquier etapa de la enfermedad o tras ella.
Una sexualidad sana es un elemento impulsor de la calidad de vida de los pacientes y de sus parejas durante el tratamiento y tras el mismo, ya que es capaz de reforzar a los pacientes en el camino de la autoaceptación y la autoestima. Y sin duda, tiene un gran simbolismo para todo aquel que convive con la enfermedad. Comenzar a tener sensaciones positivas o lograr mantenerlas se puede relacionarse simbólicamente con que “todo va bien”. Una sexualidad sana y adaptada insufla positividad a los pacientes, favorece una mejor vinculación con sus parejas y un mejor afrontamiento de la enfermedad.
Queda patente la importancia de una valoración sexológica adecuada y la derivación a profesionales con formación en sexología y existe la necesidad en nuestro sistema sanitario de establecer una estrategia que garantice la rehabilitación sexual de los pacientes de forma que este aspecto puede también impactar en su recuperación emocional y en la mejora de su calidad de vida.
La formación de los profesionales garantizará que la atención que se ofrezca sea adecuada. Una apuesta más por mejorar la educación y la salud sexual de nuestra población. Sigamos trabajando en ello.
BIBLIOGRAFÍA
3. Desadaptación afectiva, sexualidad y cáncer. Schavelzon J. En: Schavelzon J, ed. Psique. Buenos Aires: Científica Interamericana, 1992:258-74.
4. https://revistalvr.es/la-sexualidad-clave-una-recuperacion-integral/
5. Aspectos psicológicos de las afectaciones sexuales en el paciente con cáncer testicular. Galindo-Vázqueza, M. A; Álvarez-Avitiab, S. A. Universidad de México
6. https://www.quironsalud.es/blogs/es/mens-health/cirugia-prostata-disfuncion-erectil
7. Sexualidad en pacientes operadas de cáncer de mama y útero. Pascau, L., Pérez, L. (2010). Revista de psicología y humanidades (epsys).
8. Sexualidad y cáncer: toxidicidad y tratamientos de soporte Oncología. E. López RamírezI; E. González FloresII (Barc.) vol.28 no.3 mar. 2005
9. Sexuality and cancer: The experience of adolescents and young adults. Soanes L1, White I2.
10. Bienestar emocional, imagen corporal, autoestima y sexualidad en mujeres con cáncer de mama. Pintado, M.S. (2013). Sociedad Española de Senología y Patología Mamaria.
11. Sexualidad, comunicación y emociones: Estudio situacional con mujeres afectadas de cáncer ginecológico. Pallí, C., Lluch, J., Valero, S. (2010). Psicooncología, 7(1), 153-173.
12. Posttreatment sexual adjustment following cervical and endometrial cancer: a qualitative insight. Juraskova, I., Butow, P., Robertson, R., Sharpe, L., McLeod, C., Hacker, N. (2003). Psycho-Oncology 12 (3), 267-279.
13. Sexuality after Treatment for Early Prostate Cancer. Exploring the Meanings of “Erectile Dysfunction”. Bokhour, B.G., Clark, J.A., Inui, T.S., Silliman, R.A., Talcott, J.A. (2001). Journal of General Internal Medicine, 16, 649-655
14. Psycho-Oncology, Third Edition Edited by Jimmie C. Holland, William S. Breitbart, Paul B. Jacobsen, Matthew J. Loscalzo, Ruth McCorkle, and Phyllis N. Butow. Oxford University Press
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