Sofía Soruco Illanes
Psicóloga Clínica. Máster en Terapia Sexual, de Parejas y otros vínculos con perspectiva de Género


Resumen: La pornografía feminista surge como una respuesta crítica a la pornografía convencional, desafiando las dinámicas de desigualdad, poder y violencia. Busca promover representaciones alternativas y realistas de la sexualidad, centradas en el placer femenino, la igualdad y el consentimiento, y reivindica el empoderamiento y la libertad sexual de la mujer. Sin embargo, existen controversias sobre si estas producciones son genuinamente feministas y si realmente abordan la subordinación femenina. El artículo explora la necesidad de regulación de la industria y la importancia de la educación sexoafectiva en este contexto, así como la búsqueda de una representación más amplia de la sexualidad, incluyendo a la comunidad LGBTI+.

Palabras clave:  Pornografía feminista, pornografía convencional, violencia sexual, placer femenino, empoderamiento femenino, subordinación de la mujer.

Abstract: Feminist pornography emerges as a critical response to mainstream pornography, challenging the dynamics of inequality, power, and violence. It seeks to promote alternative and realistic representations of sexuality, centered on female pleasure, equality, and consent, and advocates for female sexual empowerment and freedom. However, there are controversies about whether these productions are genuinely feminist and whether they truly address female subordination. The article explores the need for regulation of the pornography industry and the importance of sex education in this context, as well as the search for a broader representation of sexuality, including the LGBTI+ community.

Keywords: Feminist pornography, conventional pornography, sexual violence, female pleasure, female empowerment, subordination of women.


Para comprender el origen de la pornografía feminista, es necesario en primera instancia, mencionar los elementos y características que componen la industria pornográfica convencional o mainstream y los motivadores a la hora de llevar a cabo estas producciones audiovisuales.

La pornografía se entiende como toda representación explícita de actos sexuales que tienen la intencionalidad de generar excitación a los consumidores y que se produce y difunde mediante el consentimiento de todas las partes involucradas (Muñoz, Iglesias & Roldán, 2024).

Tiende a ser un material orientado para hombres heterosexuales, que desarrolla personajes que suelen adoptar una masculinidad dominadora y desigual, cuyas normas, valores y comportamientos son interiorizadas por sus consumidores, que luego se traducen en sus vidas y sus prácticas sexuales.

En contraste, las mujeres son representadas como objetos sexuales, cuyo fin no pareciera ser el placer propio, sino que satisfacer la demanda del hombre de manera indiscriminada, incluso pudiendo contener escenas en las que mujeres llegan a ser sometidas a violencia y utilizadas a costa del deseo del otro (Save the Children, 2020).

Como es posible evidenciar, se construye en base a una sociedad patriarcal, priorizando el placer sexual masculino en base a prácticas heteronormadas y coitocentristas, relegando a la mujer una figura de objetivación ante la mirada masculina.

Los aspectos previamente mencionados, poseen implicancias significativas en la educación sexoafectiva de los niños, niñas y adolescentes, puesto que, ante la exposición de estas producciones, sin aún haber formado una mirada crítica y el desarrollo de su identidad, su deseo sexual se ve influenciado por estos modelos irreales, que mantienen dinámicas de poder desiguales (Save the Children, 2020), conduciendo a erotizar conductas de violencia, e incluso de sufrimiento físico en las mujeres.

Frente a este contexto, es que emerge la pornografía feminista desde una corriente sexo-positiva y liberal, movilizada por una contraposición a las deficiencias de la pornografía convencional y desarrollando producciones que promueven la igualdad de género, desafiar los estereotipos y derribar estructuras de poder instauradas en el porno mainstream. Las autoras Muñoz, Iglesias & Roldán (2024), mencionan que “se puede considerar tanto una forma de expresión sexual como una reivindicación para confrontar los cánones y los roles que oprimen a la mujer”.

Con el fin de empoderar a las mujeres y promover su agencia respecto a su sexualidad, la pornografía feminista se enfoca en el placer y los deseos sexuales femeninos. Busca que tengan el control sobre sus narrativas y representaciones sexuales, pasando de ser objetos pasivos a agentes activas de sus cuerpos, de su placer y erótica.

La pornografía ha estado fuertemente ligada a la violencia, al maltrato de mujeres, agresiones y humillaciones

En cuanto al contenido de estas producciones, su enfoque se centra en el placer femenino y en dar cuenta de representaciones alternativas, mostrando diversidad de cuerpos, sexualidades, deseos, prácticas, orientaciones sexuales, con un interés particular en la inclusión de individuos y experiencias de la comunidad LGBTQ+. De esta manera, más personas se pueden sentir representadas por un imaginario de la sexualidad enriquecido.

A su vez, buscan que estos ideales feministas de libertad se reflejen en la ejecución de estas producciones, promoviendo una industria ética, con salarios justos, asegurar la agencia y libertad de las artistas, su consentimiento y seguridad (Muñoz, Iglesias & Roldán, 2024).

Se caracteriza por evitar los primeros planos forzada y obsesivamente enfocados en los genitales, sino que más bien, busca representar una sexualidad natural, con tomas que demuestran mayor espontaneidad en las prácticas sexuales, facilitando erotizar todas las partes del cuerpo, representándolos de manera realista.

Esto permitiría romper con los sesgos de genitalidad y coitocentrismo muy marcada en la industria mainstream del porno. A su vez, permitiría mostrar las reacciones y expresiones de los y las artistas de manera auténtica y respetuosa, enfocándose en la experiencia subjetiva de la mujer sin cosificarla y reducirla a sus genitales.

Son varias las mujeres referentes que sostienen seguir una línea feminista que buscan promover una visión positiva de la sexualidad, incluyendo el placer, el consentimiento y la comunicación, velando por una educación sexual abierta y honesta. Entre ellas, se encuentran principalmente Erika Lust, directora de la productora Lust Films, Annie Sprinkle, artista y trabajadora sexual, conocida por su trabajo en el porno feminista y el arte sexual; y Cindy Gallop, fundadora de plataforma de tecnología sexual social MakeLoveNotPorn.

La propuesta feminista liberal se muestra como una alentadora alternativa que promete relevar el empoderamiento, igualdad y representación diversa de la sexualidad. Sin embargo, pareciera ser que al interior de la ideología feminista emergen otras voces, con una marcada contraposición a estos planteamientos, principalmente movilizada por feministas radicales autodenominadas como antipornógrafas. El escepticismo es lo que prima en ellas, basándose en que la pornografía es intrínsecamente dañina, al emerger de estructuras de poder patriarcales perpetuando la desigualdad, violencia y la cosificación de las mujeres.

Esta postura, abre a la pregunta y la necesidad de reflexionar con mayor profundidad si realmente existe un sentido de agencia en las mujeres artistas que trabajan en la industria del porno, denominadas feministas, es decir que, efectivamente, de manera libre y voluntaria, puedan tomar decisiones informadas y ejercer control sobre su propia vida, sin ser del todo influenciadas por factores externos, provenientes del mercado de contenido erótico.

Habría que indagar si realmente tienen autonomía, tomando en cuenta el medio social en que se desenvuelven, quizás por una falta de accesibilidad a otras fuentes laborales e ingresos, por relaciones de poder con sus empleadores, por su real posibilidad de tomar decisiones y establecer con libertad límites en su participación en las escenas y producciones pornográficas. Pareciera ser cuestiones que se responden únicamente en la medida en que se estudia su funcionamiento al interior de estas productoras y del mercado.

Sumado a lo anterior, es posible identificar críticas respecto a discursos sostenidos por el porno feminista, como lo es “la mirada femenina” o “el enfoque en el placer femenino”, la cual se podría interpretar que tienden a restringir la sexualidad únicamente a dos géneros de mujer y hombre, ignorando una diversidad de representaciones de sexualidades y deseos de las personas con identidades no binarias y por parte de la comunidad LGBTI en general.

Por último, otro aspecto sobre críticas por parte de las antipornógrafas, tiene relación con dan cuenta de que uso del término “feminista” asociado al porno, en esta industria tiene como objetivo ser utilizado como estrategia de Marketing para ampliar el público y consumidores del porno, para expandir rentabilizar aún más la industria, confirmando el enfoque que ha tenido históricamente el porno mainstream.

Para determinar si lo que se denomina porno feminista, realmente lo es, es crucial detenerse a reflexionar respecto al elemento que genera mayor discusión, problematizando la ética de la pornografía, la violencia sexual y simbólica.

A lo largo de muchos años, la pornografía ha estado fuertemente ligada a la violencia, al maltrato de mujeres, agresiones y humillaciones, pareciera que el porno convencional ha erotizado la violencia y refuerza la dominación masculina y la subordinación femenina. Por lo que se podría cuestionar si los esfuerzos feministas pudiesen efectivamente lograr desasociar, en el imaginario social, la erótica de la violencia y la cosificación, elementos tan erróneamente vinculados y normalizados en este medio.

Con el fin de empoderar a las mujeres y promover su agencia respecto a su sexualidad, la pornografía feminista se enfoca en el placer y los deseos sexuales femeninos.

A la hora de realizar investigaciones respecto a las repercusiones que tiene el porno en las personas, se evidencia un sesgo de género, que dificulta la comprensión de esta problemática. Según Poncela y Cantabrana (2023), existen escasos hallazgos y estudios que den cuenta de los efectos en las mujeres y jóvenes, tanto de quienes acceden a contenido pornográfico mainstream y feminista, como las que trabajan en la industria, en contraste con las investigaciones realizadas con los consumidores masculinos. Y siguiendo con la reflexión acerca de la tendencia a perpetuarse la violencia, llama la atención que no se vincule explícitamente las repercusiones psicológicas que se describen en estos estudios, con la evidente exposición de violencia que estos contenidos tienden a transmitir.

Encontrándonos tan lejos de estos hallazgos, impresiona complejo problematizar y evidenciar los efectos contraproducentes de la exposición a la pornografía, tanto para hombres como para mujeres, y en consecuencia relevar la necesidad y justificación de la promoción del porno feminista como un intento de solución.

Por otra parte, en lugar de luchar contra todo tipo de pornografía como algunas feministas radicales sostienen, lo cual podría caer en la censura, prohibición y retroceder a una cultura conservadora y restrictiva de la libre expresión de la sexualidad; se podría apuntar a desestimular y regular legalmente, únicamente las plataformas y productoras pornográficas que expongan y validen la violencia contra las mujeres.

A su vez, es posible suponer que erradicar del todo la industria pornográfica, implicarían un desafío que involucran dificultades significativas, debido a los intereses económicos y los grandes montos de dinero que moviliza esta industria. Desde una perspectiva crítica, puede entenderse que la industria pornográfica surge dentro del modelo hegemónico de sexualidad influenciado por el capitalismo, perpetuando la mercantilización de los cuerpos y priorizando el lucro por encima de consideraciones éticas y de los valores promovidos por ciertas corrientes feministas.

Por lo tanto, se considera que este objetivo debiera lograrse por medio de esfuerzos políticos e inyección de recursos para una mayor concientización a toda la población, pero en especial y prioritariamente en reforzar la educación sexual en la población adolescente y de las nuevas generaciones “en el pen­samiento crítico, desde la igualdad de género y la diversidad sexual y de gé­nero. Sólo así, podrá desarrollarse libre­mente, respetarse y respetar al resto de personas” (Save the Children, 2020).

Finalmente, se considera que, si realmente la pornografía se desarrollara de manera regulada y consciente, respetándose en la práctica los ideales feministas mencionados, y estuviera acompañada de políticas públicas y educación sexual que transformen las estructuras sociales que perpetúan la desigualdad, la violencia hacia las mujeres y su cosificación; se podría apuntar a conseguir de manera genuina los objetivos feministas de liberación sexual de la mujer y de las disidencias. Esto se basaría en el desarrollo de representaciones y narrativas sexuales que entreguen una visión saludable de la sexualidad.


Bibliografía

Castellanos, G. (2016). Erotismo, violencia y género: deseo femenino, femineidad y masculinidad en la pornografía. La Manzana de la Discordia, 1(2), 53. https://doi.org/10.25100/lmd.v1i2.1423

Muñoz, M., Iglesias, B., & Roldán, V. (2024). Influencia de la pornografía desde una perspectiva de género: una revisión bibliográfica. Hygia de Enfermería, 41(1), 29-36.

Poncela, J. y Cantabrana, M. (2023). Los efectos de la pornografía en la salud de las mujeres: una revisión de la literatura científica. Journal of Feminist, Gender and Women Studies, 15, 74–93. https://doi.org/10.15366/jfgws2023.15.0041

Save the Children (2020). (Des)información sexual: Pornografía y adolescencia.

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