Esther Gonzalo Gómez
Máster en Sexología y Género
La lucha contra el coronavirus nos lleva a pensar en mascarillas y restricciones, pero si ampliamos nuestro foco de visión quizá descubramos que nuestra sociedad lleva tiempo siendo arrasada por más de una pandemia.
Hoy en día, es difícil que a alguien le sea desconocida la palabra bullying. Tanto es así que en ocasiones se asume y da por sentado que será algo a lo que enfrentarse, casi desde la resignación de quien asume que está ante una realidad inamovible. ¿Hemos acaso integrado que somos la sociedad de la violencia y la intolerancia?
En los años 70, Dan Olweus comienza a dar visibilidad al acoso entre iguales acuñando el termino moobing, que iría evolucionando hasta la actual denominación de bullying (Castillo-Pulido, 2011). El hecho de que esta problemática no se pusiera de relieve hasta la década de los 70 no significa que no existiera antes. Podemos intuir que el acoso escolar comenzó con la asistencia generalizada a las escuelas, y es complicado hacer afirmaciones categóricas acerca de si los casos de bullying están aumentando o lo que aumenta es la visibilidad y acceso a la información sobre el problema. Seguramente nos estamos enfrentando a una mezcla de ambas.
Existen distintas formas de padecer este acoso, que además suelen darse de forma combinada: acoso físico, verbal, psicológico y social, teniendo todas ellas gravísimas consecuencias para la víctima (Esteban, 2020). Y también son muchos los motivos en los cuales se escudan los agresores para ejercer dicho acoso, siendo uno de lo más habituales la LGTBIfobia, que se refiere al rechazo, odio y desprecio a cualquier persona perteneciente al colectivo LGTBIQ+, así como a todas aquellas personas que no se adhieren, ni representan los roles de género binarios establecidos desde la cultura heteropatriarcal que aún nos acuna y cría (Martín, Guilló, Gatti, Rodríguez, Baeza, Ferrándiz, López, 2019). Existe también, en este caso, la denominada discriminación por asociación, que hace referencia al hecho de sufrir ese acoso LGTBIfóbico por ser hijo, hija, hermano o hermana de personas LGTBI (Alises Castillo; Hernaiz, 2020).
El equipo de investigación de COGAM, en su informe de 2015, concluyó que 1 de cada 100 alumnos de secundaria sufría agresiones físicas y 3 de cada 100 agresiones verbales, en relación a su sexualidad. Concluían que el 17% de los alumnos que se declaraban abiertamente homosexuales y bisexuales, sufrían insultos dentro del centro de manera habitual y normalizada. Instaurándose así una absoluta cultura del miedo que deja una huella importante, no solo en las personas que sufren directamente esta violencia, sino también en todos aquellos que callan su auténtico yo por miedo a ser castigados y perseguidos por ello. (COGAM, 2015). La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), ya hablaba hace unos años de la importancia de poner el foco de atención en esta problemática en auge, indicando que el mayor porcentaje de acoso se produce entre los 12 y los 15 años, pero que se tienen datos de personas que ya desde los 5 años han padecido este horror. Según sus estadísticas estaríamos hablando de que más de la mitad de los y las jóvenes LGTBI sufren acoso escolar a causa de su orientación sexual o identidad de género (EFE Barcelona, 2015).
Haber sido víctima de la LGTBIfobia aumenta de manera considerable las probabilidades de presentar problemas de índole social y de salud mental (Marchueta, 2014). Podemos encontrar elevados porcentajes de depresión, ansiedad, baja autoestima, absentismo y fracaso escolar, síntomas característicos del trastorno por estrés postraumático, uso abusivo de tóxicos, aislamiento social, así como ideación suicida, que en el peor de los casos termina con la consumación del suicidio.
Ya en 2012, los equipos de educación de GOGAM y FELGTB realizaban un estudio sobre la relación entre el acoso escolar homofóbico y el riesgo de suicidio, donde se evidenciaba la importancia de contar con el apoyo familiar para reducir el riesgo de alcanzar el sentimiento de desesperanza previa, que suele anteceder, al intento autolítico (COGAM y FELGTB, 2012). Este dato, tremendamente relevante, me lleva a destacar el papel tan fundamental que pueden representar, en positivo y en negativo, las familias y la educación. Los estudios demuestran que el apoyo y aceptación por parte de familiares y amigos son factores que influyen de forma significativa en el bienestar psicológico y en la autoaceptación de las personas LGTBI (Marchueta, 2014). Pero del mismo modo, que la familia y amigos pueden ser facilitadores del bienestar, pueden tener un papel crucial en que se produzca el bullying LGTBIfóbico. Aquellos entornos familiares donde no se expresa y promueve un respeto a la diversidad sexual y afectiva influyen de forma directa en las conductas de acoso que se suceden en las aulas.
Los estudios indican que el 41% de menores que ejerce violencia contra compañeros y compañeras provienen de familias que no tolerarían a menores LGTBI en su hogar, y un 25% de familias donde no hay un rechazo claro, pero tampoco una clara aceptación (COGAM, 2015). Otro elemento fundamental, junto con el apoyo de la familia, será el sistema educativo y como éste trabaje y aborde la diversidad sexual, incorporando una educación que presente una actitud positiva hacia la sexualidad y de tolerancia cero hacia el acoso. Si queremos luchar contra la lacra del bullying, es imprescindible que en los centros educativos exista un espacio especifico y reglado de educación sexual, el cual permita romper con la rigidez de los actuales modelos sociales, que imponen unos determinados roles de género y marcan una serie de estereotipos que no favorecen el respeto a la diversidad. Hoy en día lo más habitual es que los centros educativos sean mixtos, pero basado en una cultura dicotómica y sexista, donde el rol que te corresponde representar viene pautado, como comentaba en hace un momento, desde unas arcaicas normas sociales (Crespo, 2017). Luchemos para promover una educación basada en la equidad, que favorezca la aceptación, la comprensión y el respeto.
Comenzaba el texto hablando de la pandemia sanitaria que hemos vivido, y podríamos pensar que el tiempo de confinamiento supuso un descanso al sufrimiento para las personas que padecen esta realidad en las aulas, pero ni mucho más lejos de la realidad. La covid-19 supuso un paréntesis en la actividad lectiva presencial, pero del mismo modo que las clases se transportaron a la plataforma telemática, así lo hizo el bullying. El ciberacoso, como se ha denominado, no ha nacido ni mucho menos con el confinamiento, ya estaba presente desde mucho antes y suponía otra forma más de martirizar a las víctimas del bullying. Éste, puede realizarse de muchas maneras y dañar a la persona a través de internet con insultos, amenazas, suplantación de identidades o difamaciones, por ejemplo. Todo ello de manera rápida, sencilla y, en muchas ocasiones, desde el anonimato (Ferrándiz y Siverio, 2020). A través de las redes sociales, el acosador puede perseguir a su victima allá dónde vaya e introducirse en su casa, haciendo sentir a la persona acosada que ya no existe ningún lugar en el que estar a salvo. Por ello, es de vital importancia tomar conciencia de esta realidad, para poder actuar contra ella y proteger a la población más vulnerable. La FELGTB pone a disposición de la población la web STOP Acoso Escolar1, donde podemos encontrar una recopilación de recursos informativos que ayuden, tanto a familias como a centros educativos, a luchar contra el acoso escolar LGTBIfóbico.
No nos dejemos confundir por una sociedad que en numerosas ocasiones carece de pensamiento propio y crítico, porque eso podría llevarnos a errar con respecto a cuál es el auténtico reto en todo esto. No olvidemos que el problema no es ser gay, lesbiana, transexual, que seas una niña que juega al futbol o un niño que se pinta las uñas. Nadie sufre o decide quitarse la vida por su orientación sexual o identidad de género. Ese no es el motivo per se, sino el sufrir que otro te genera desde su fobia, intolerancia y puede que ignorancia. Si solo miramos al que sufre y buscamos soluciones para paliar su sufrimiento, sin dedicar espacio a plantear como erradicar ese odio y violencia, estamos destinados a vivir estas mismas historias, que como hemos visto no son pocas, una y mil veces. Comentaba en los primeros párrafos que eran muy variados los motivos por los que alguien podía sufrir bullying, pero en verdad creo que podemos reducirlos a una explicación común: la intolerancia de un individuo hacia otro. Y probablemente esa intolerancia proviene del miedo a lo desconocido, a lo diferente, tal vez miedo a ver en otros lo que no soy capaz de aceptar en mí mismo o misma. Cuantas veces la falta de tolerancia y respeto es una herencia recibida de nuestras generaciones anteriores, y está en manos todos marcar un punto de inflexión, para dejar en herencia a las siguientes generaciones una población más tolerante, que permita vivir y disfrutar de la diversidad afectiva y sexual, la cual nos enriquece y nos hace más libres.
- Notas:
- Bibliografía:
Alises Castillo, C. Bullying homofóbico. guía de actuación. Editado por Ojala, asociación LGTB de Málaga y el Exc. Ayuntamiento de Marbella. Recuperado de: https://www.felgtb.com/ciberbullying/materiales/Guia%20Bullying%20homofobico%20Guia%20de%20Actuacion.pdf
Área de educación de FELGTB – Comisión de educación de COGAM (2021). Acoso escolar homofóbico y riesgo de suicidio en adolescentes y jóvenes LGB. Recuperado de: http://ibdigital.uib.es/greenstone/sites/localsite/collect/portal_social/index/assoc/felgtb00.dir/felgtb0001.pdf
Castillo-Pulido, L. E. (2011). El acoso escolar. De las causas, origen y manifestaciones a la pregunta por el sentido que le otorgan los actores. Revista Internacional de Investigación en Educación, 4 (8) Edición especial La violencia en las escuelas, 415-428. Recuperado de: https://www.redalyc.org/pdf/2810/281021722009.pdf
Crespo Lorenzo, C. (2017). El acoso escolar por motivo de orientación secual o identidad de género. El respeto ante la diversidad: programa de prevención y desensibilización (TFM). Universidad de Barcelona, máster en psicopedagogía. Recuperado de: http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/119031/1/tfm_cristina_crespo_lorenzo.pdf
EFE Barcelona (2015. El acoso en las aulas por la orientación sexual, un problema reiterado. Recuperado de: https://www.lavanguardia.com/vida/20151230/301110515255/acoso-aulas-homosexual-orientacion-sexual-problema-reiterado.html
Equipo de investigación de COGAM (2015). LGTB-FOBIA en aulas 2015, ¿Educamos en la diversidad afectivo-sexual?. Edita COGAM. Recuperado de: https://cogameduca.files.wordpress.com/2016/03/1-lgbt-fobia-en-las-aulas-2015-informe-completo-web.pdf
Esteban, E. (2020). Acoso escolar o bullying: cómo saber detectar y ayudar a prevenir el acoso escolar en niños desde casa. Recuperado de: https://www.guiainfantil.com/educacion/escuela/acosoescolar/index.htm
Ferrándiz, J.L., Siverio, S. (2020). LGTBIfobico en tiempos de la Covid-19:de la escuela a las redes sociales. Recuperado de: https://blogs.20minutos.es/1-de-cada-10/2020/05/27/lgtbifobia-covid19-acoso/
Hernaiz, G. (2020). Bullying homofóbico. Recuperado de: http://www.tepongounreto.org/2020/06/bullying-homofobico/
Marchueta Pérez, Aitor (2014). Consecuencias del bullying homofóbico retrospectivo y los factores psicosociales en el bienestar psicológico de sujetos LGB. Revista de Investigación Educativa, 32 (1), 255-271.
Martín, J.A, Guilló, S., Gatti, M., Rodríguez, P., Baeza, P., Ferrándiz, J.L., López, S. (2019). LGTBfobia en las aulas. Edita COGAM. Recuperado de: https://cogam.es/wp-content/uploads/2020/04/LGBTfobia-en-las-aulas-2019.pdf
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