Ainara Bazako de las Heras
Máster en Terapia Sexual y de Pareja

La sexualidad humana, es definida por Helí Alzate como “el conjunto de condiciones estructurales, fisiológicas, comportamentales y socioculturales que permiten el ejercicio de la función sexual humana”, es inherente a la vida misma y adquiere dimensiones diferentes a la de otros seres vivos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), al hablar de discapacidad hace una diferenciación conceptual de los términos: minusvalía, deficiencia y discapacidad; deficiencia es toda pérdida o anormalidad de una estructura o función fisiológica, psicológica o anatómica. Discapacidad, es toda restricción o ausencia funcional de lo considerado como normal a causa de una deficiencia o minusvalía, indica la desventaja social de un individuo para desempeñar su rol a consecuencia de una discapacidad o deficiencia.

La sexualidad es algo intrínseco que nos permite ser, reconocernos en el otro, con el otro y como hombre o mujer. Somos seres sexuados desde el mismo momento del nacimiento. La sexualidad está marcada en primer lugar, por la relación madre-hijo: lo mira, lo acaricia, lo arrulla… Es un acto amoroso.

Con relación a la sexualidad de las personas con discapacidad en la actualidad, a pesar del “boom” de la educación sexual, se siguen teniendo actitudes, miedos y perjuicios que hacen ver la sexualidad general como un “tema tabú”. La atención a la sexualidad de las personas con discapacidad sigue siendo, aún en nuestros días, una asignatura pendiente.

Es por esto que aparecen mitos sobre la sexualidad de las personas con  discapacidad haciendo referencia a que la sexualidad de las personas con discapacidad es especial, las personas con discapacidad no tienen sexualidad, son asexuadas y no les interesa. “Son niños eternos”… “Es un niño en un cuerpo de adulto”, etc. Sus dificultades les impiden tener relaciones sexuales “normales”, las personas con discapacidad no tienen atractivo y no pueden producir placer, no pueden tener pareja, tienen una sexualidad incontrolable, perversa, impulsiva, promiscua y llena de peligros, la educación Afectivo-Sexual incita e incrementa las conductas sexuales, no tienen capacidad para captar el abuso del que pueden ser objeto, los hombres con discapacidad tienen mayores necesidades y deseos que las mujeres con discapacidad, quienes son asexuadas, todas las personas con discapacidad son heterosexuales y un largo etcétera de mitos que rodean a las personas con discapacidad y que influyen en sus familiares a la hora de proporcionarles una educación sexual adecuada.

Los mitos impactan negativamente sobre la sexualidad de una persona con discapacidad. Se silencia, se invisibiliza la diversidad y se considera peligrosa e innecesaria la educación sexual, por lo tanto, se evita y se reprime, limitando el pleno ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos. La sexualidad en las personas con discapacidad genera pánico. La dificultad radica en el modo que tienen la personas, mal llamadas sin discapacidad, para enfrentar y construir la sexualidad en discapacidad.

Los discapacitados tienen posibilidades y formas muy diferentes de vivir la sexualidad, se encuentran con dificultades o factores que condicionan la satisfacción de las necesidades afectivas y sexuales como la dificultad para acceder a contextos normalizados, con frecuencia no tienen oportunidades para relacionarse con iguales en situaciones normalizadas, limitando su vida al contexto familiar y al de un centro especial. La sobreprotección de la familia, suele provocar un empobrecimiento de su entorno y mucho mayor control sobre sus conductas, la ausencia de tiempos y  espacios privados, íntimos en los que poder tener determinadas conductas sexuales autoeróticas o con iguales, la negación de una educación sexual recibiendo únicamente mensajes negativos sobre la sexualidad, un menor poder de autonomía y menos capacidad de defensa de decir no cuando algo no les gusta. Todos estos factores les mantienen al margen de su propia sexualidad, dejándola en manos de agentes externos como pueden ser sus familias y profesores. Al tener menor poder de autonomía, dependen más de los demás en la organización de los contextos y actividades.

La sexualidad de una persona tiene como valor la intimidad. Si vive en una institución la sexualidad no es de ella sino de los demás que deciden cómo, dónde y cuándo. Por lo general en estas instituciones, no hay espacio pensado para que las personas desarrollen su sexualidad. Es importante que cada persona con discapacidad decida qué quiere hacer, con quién quiere estar, cuándo, cómo, dónde… escribiendo su propia “biografía sexual” con sus intereses, necesidades, deseos, fantasías, como personas sexuadas y eligiendo de qué manera expresar esa sexualidad, que no es sinónimo de sexo o genitalidad. La educación Afectivo-Sexual tendrá que estar encaminada a que cada persona pueda descubrir sus tendencias en sexualidad.

Actualmente se habla con mayor naturalidad de la sexualidad en las personas con discapacidad. Son personas con deseos, sueños propios, fantasías, en definitiva, seres sexuados. La realidad es igual para todos, las personas con discapacidad no tienen un mundo diferente, las caricias y besos son las mismas para todos y enriquecen la vida de todos por igual, por lo que no debemos privarlos de una parte tan importante del desarrollo como personas.

Para finalizar, hay que saber que la creencia popular establece que las personas con discapacidad pierden su sexualidad y con ella toda posibilidad de construir un proyecto de vida familiar, sin embargo la sexualidad es una dimensión presente en la conducta humana que además de ser una función biológica es una fuente de intimidad y comunicación de sentimientos y afectos. Todos somos primero personas, por consiguiente se debe mirar inicialmente a la persona y dejar a un lado los calificativos, siendo necesario enseñar a las nuevas generaciones a querer, aceptar y cuidar su cuerpo y el de los demás respetando y aceptando las diferencias individuales.

Después de revisar varios artículos y libros me he dado cuenta que aunque el tema de la sexualidad esté actualmente muy presente en nuestra sociedad, la educación sexual no aparece por ninguna parte y menos si se refiere a una educación sexual dirigida a los discapacitados. Sí se está dando una educación en los centros educativos, pero es una educación sexual centrada en la prevención de riesgos, esta educación no es suficiente, aunque por lo menos hay un acercamiento al tema mientras que en la agenda educativa de las personas con discapacidad esto ni aparece, por lo que debemos tomarlo como un punto de partida para empezar a trabajar ya que son muchas las razones que justifican la necesidad de que reciban una educación afectiva y sexual: tienen las mismas necesidades interpersonales, de relaciones sociales e intimidad corporal y sexual que el resto de las personas y el negar las manifestaciones e interés sexuales, además de limitar las posibilidades de integración y normalización, aumenta los riesgos.

Para trabajar la educación sexual es fundamental trabajar en la autoestima, el concepto de sí mismo, la figura corporal, el desarrollo de posibilidades y el cómo somos y cómo funcionamos. Hay que trabajar también en la aceptación de los demás, en la empatía, tolerancia y asertividad, es muy importante fomentar una buena comunicación de sentimientos, emociones, resolución de conflictos, aprender a expresar los deseos, a decir sí y no y aprender a tomar decisiones.

Otro punto a mejorar sería ampliar los modelos de observación que tienen, sus modelos actuales son sus padres y otros adultos e iguales pero, sobre todo, los que aparecen en televisión, estos modelos sumados a la falta de educación sexual les lleva con frecuencia a tener expectativas no realistas, especialmente en relación con la pareja. No tienen la oportunidad de observar modelos cercanos que pudieran servirles a la hora de establecer una relación afectiva casual o duradera.

Aparte trabajar con ellos es importante también trabajar con sus familias y con los centros educativos o asistenciales a los que acuden. Para ayudarlas a abordar la sexualidad de su familiar con discapacidad, ya que a menudo surgen miedos, temores e ideas erróneas, como las que hemos visto antes y que influyen en sus comportamientos. Estos miedos e ideas erróneas unidos a determinadas actitudes respecto a la sexualidad en general, suelen dificultar la aparición de cambios en las familias.

Algunos aspectos que ayudan a realizar una buena educación sexual desde la familia una vez abordados los mitos pueden ser, dar información real adaptándola al nivel de comprensión de cada individuo, reconocer las manifestaciones eróticas del familiar con discapacidad y ayudarle para que sean ajustadas en el caso de que no lo sean, estar disponibles y con una actitud comunicativa, comprensiva y positiva hacia la sexualidad para facilitar que se expresen libremente.

Por último, deberíamos dejar que cada persona viva libremente su sexualidad, reconociendo su derecho a vivir como persona sexuada, con sus limitaciones, sus particularidades y peculiaridades. Si no se acepta este hecho es difícil que la educación sexual sea normalizadora, integradora e inclusiva para todos.

 

BIBLIOGRAFÍA
La sexualidad en la discapacidad funcional. Patricia Vélez Laguado.
Educación sexual y discapacidad. Félix López Sánchez.
http://www.asdra.org.ar/destacados/la-sexualidad-en-las-personas-con-discapacidad/
Cuadernos FEDACE sobre daño cerebral adquirido.
Sexualidad y discapacidad psíquica. Raúl González Castellanos. Sara Gonzalo Gail.
Discapacidad intelectual y sexualidad: programa de educación sexual en centros de atención a personas adultas. Gobierno del principado de Asturias.