Rocío del Alba Rodríguez
Doble Máster de Sexpol

Hace sólo 28 años el psicólogo John Gray publicó Los Hombres Son De Marte, Las Mujeres Son De Venus, un indiscutible Best Seller de la época. Su éxito transciende fronteras tanto geográficas como disciplinares, siendo el germen de talleres, seminarios, etc., hasta obras de teatro. En su día, fue visto como un recomendable manual para ayudar a las parejas a “por fin” entenderse.  La obra es una perfecta muestra de esencialismo patriarcal que logra justificar comportamientos paternalistas, machistas y hasta agresivos apoyándose en las supuestas diferencias biológicas entre mujeres y hombres. Afortunadamente, contamos con investigaciones que desmienten ese supuesto. 

En la mayoría de funciones cognitivas y características psicológicas, hombres y mujeres son mucho más parecidos de lo que en ocasiones sugieren estudios aislados. (…) en cuanto a funciones sofisticadas hay mayor diversidad interna entre grupos de hombres o de mujeres que genéricas entre hombres y mujeres. (P. Estupinyá)[1]

Es el concepto de género el que prescribe, produce y reproduce una socialización y una educación diferenciada. Pero este concepto es un invento cultural. “Lo masculino”, igual que “lo femenino”, en esencia no existen, existen como idea, como modelo en el cual encajar para que la sociedad funcione de una determinada manera. Utilizando la metáfora de Gray, queda claro que jamás fuimos realmente de “distintos planetas”, pero sí nos criaron como tal. Venus y Marte ya son historia, pero hay aún sectores de marcianos que respaldándose en el esencialismo patriarcal se resisten a evolucionar.  Si nosotras hemos podido romper el modelo y pasar de ser venusianas para ser simplemente terrícolas, ellos también pueden y necesitan dejar de ser marcianos.

Despentes pregunta ¿Para cuándo la emancipación masculina?[2] A lo largo de los últimos siglos, y exponencialmente en la décadas más recientes, la mujer ha ido deshaciéndose del modelo opresivo que el género establecía para nosotras. Aún con camino inexplorado hacia la igualdad por delante, atrás queda esa “mujer” callada, servicial, cocinera, madre y ama de casa. La que debía vivir sólo en la cocina y nunca hablar fuera de lugar, sin estudios, vida profesional ni ambiciones. Romper ese molde y salir de él supuso poner en cuestión qué es una mujer.  El feminismo blanco europeo académico actual ha dedicado ríos de tinta a ponderar sobre esto. Muchas (Darder, Abécassis, Bongrand, et alt.) denuncian el sacrificio de la pérdida de feminidad en pro de adaptarse a un mundo laboral y social hecho por y para hombres. La feminidad, y el concepto “mujer” llevan años revisándose, poniéndose en cuestión y actualizándose. 

En el caso masculino, ¿tan cómodos están los hombres en su rol? Para Despentes, “A los hombres les gusta hablar de las mujeres. Así no tienen que hablar sobre sí mismos. ¿Cómo se explica que en los últimos treinta años ningún hombre haya escrito un texto innovador sobre la masculinidad?”[3] Otra pregunta interesante es “¿Cuál es la autonomía de la que los hombres tienen tanto miedo que prefieren seguir callándose y no inventar nada nuevo, ningún discurso nuevo, crítico, creativo acerca de su propia condición?[4]

Al haber sustentado hasta la fecha la plaza de modelo hegemónico y jerárquico dominante, cuestionar la masculinidad supone en sí un ataque a su poder, poder del que se ha servido para mantener al propio modelo en su posición de privilegio y mando. Es un patrón que no se ha querido cambiar. Poner en duda la masculinidad, querer deconstruirla o reimaginarla, crea tanto rechazo porque provoca una inseguridad, puesto que amenaza la continuidad en lo alto de la jerarquía.  Deconstruir la feminidad significó  para muchas personas empoderarse y liberarse, pues no había nada que perder más que la opresión. En cambio, en el caso masculino, revisar el modelo sí conlleva una pérdida de privilegio. Recordando el éxito del que aún gozan Gray y pensadores a fines, ¿Pará qué dejar de ser marcianos si son ellos quienes mandan en la tierra?  De ahí la resistencia al cambio.[5]  No ha hecho falta buscar el cambio.  Hasta recientemente.

La masculinidad dicta que el trabajo de un hombre es proveer y proteger, pero ya no es necesario que lo haga, puesto que las mujeres son independientes. También el rol establece que sea el hombre el que haga disfrutar a la mujer sexualmente, siendo el suyo el rol activo ante la esperada pasividad femenina.  Tampoco esta realidad ya se sostiene necesariamente. El resultado es que los hombres ya no saben cómo tratar con las mujeres.  Han perdido “su sitio”. [6]

Todo ha evolucionado paulatinamente movido por el avance de los feminismos, todo excepto la masculinidad, que se ha resistido. La mujer ha cambiado la idea de qué es una mujer, y a la sociedad de la que ha llegado a formar parte. Juntando todas las comunidades queer, trans, gay y lésbica y de mujeres tanto con o sin vulva, el prototipo de macho heterosexual queda en minoría. Una minoría agresiva y molesta que se niega a aceptar la realidad dominante a su alrededor. Al no formar parte del progreso, es de golpe que encontramos el problema de que la masculinidad existente es anacrónica y está inadaptada.

Hoy en día pocos caerían en el error de pensar que el hombre no está oprimido. El modelo tradicional de masculinidad que arrastramos cuasi-inamovible desde hace siglos es uno en una posición privilegiada, pero igualmente limitante y exigente. Ellos también son víctimas del sistema patriarcal. 

En una ponencia en 2010, Tony Porter[7] nos presenta el concepto de Man Box, la caja masculina, o caja de la masculinidad. Esta ‘caja’ figurativa está montada con los estereotipos que limitan cómo un hombre debe ser y actuar ya conocidos. Cualquier otra actitud o comportamiento queda fuera de la caja, y por tanto está prohibido, condenado y castigado. ¿No es esto un encorsetamiento?

En terreno sexual, las exigencias se intensifican, y responden a estrictas medidas en centímetros, minutos, y número.  A continuación exponemos el patrón de género marcado que todos deben seguir para encajar en la categoría de “hombre”. 

El rol masculino a todos exige[8]

  • Heterosexualidad normativa. Ciertamente, existe una mayor relajación en la actualidad, pero ha costado mucho que se pueda salir de ese armario. En algunos entornos sigue siendo difícil. 
  • Estar siempre interesadosexcitados y listos para la actividad sexual.
  • Erecciones completas, prolongadas y prontas ante estimulación. 
  • Llevar la iniciativa y el liderazgo de los encuentros sexuales.
  • Una seguridad constante e inquebrantable.
  • Responsabilización tanto del placer propio como del ajeno. 
  • Presunción de conocimiento sexual. El hombre debe ser un experto, inclusive desde las primeras experiencias sexuales.
  • Focalización y limitación del disfrute sexual a la genitalidad. 
  • El tamaño del pene y la duración del coito tienen unos estándares tan demandantes como irreales.
  • Alcanzar el orgasmo(s) de la compañera como meta.
  • Alcanzar el orgasmo simultáneo como meta. 

La lista de demandas no permite la autoexploración y el autoconocimiento, pues estos se presuponen. No está centrada en el placer, ni en compartir intimidad. No contempla un espacio para la comunicación y el intercambio de sentimientos y emociones, tanto inter como intrapersonalmente. También parece que, hasta a donde al  modelo de masculinidad  le preocupa, la anticoncepción es “cosa de mujeres”. Ya en los 90, Luis Elberdin apunta al cambio social ya mencionado con relación a la (entonces reciente) implicación masculina en la responsabilidad reproductiva y anticonceptiva. 

“El hecho es que la vieja estructura patriarcal ya se está cayendo. Y que son no pocos los varones que han –hemos- apostado por la construcción de una sociedad en la que las relaciones entre l@s human@s se basen en la equi-valencia y en la cooperación. Uno de los ámbitos de esta cooperación es el de asumir nuestra parte de la tarea anticonceptiva. Pero no solo en la anticoncepción del futuro –dotación presupuestaria, investigación, etc.-, sino en la de hoy, en la del día a día. Y hoy tenemos dos muy buenos métodos anticonceptivos a favor de los varones: el condón y la vasectomía.”[9]

Por el bien de la sociedad, debemos dar el paso a una educación equitativa con valores como la cooperación, la tolerancia, el respeto y la paz que actúen como ejes centrales, más allá de contenidos. La agresividad que se permite y potencia en los niños ha sido consentida como un requisito de género; que el hombre sea dominante, fuerte y rudo. Reimaginar el género masculino será imposible sin revisar cómo educamos a los futuros hombres, desde hoy. 

Los estudios sobre el suicidio más recientes[10] muestran que el número de personas que deciden quitarse la vida es mayor en el caso de los varones, en todos los rangos de edad. Revisiones[11] de los datos apuntan que eso pueda deberse a que los hombres están menos integrados en sus familias, amistades y grupos. Ellos no crean los tejidos sociales como los crean las mujeres. El hieratismo y  la desconexión con las emociones propias del modelo masculino provocan que se establezcan lazos y conexiones más pobres. La inteligencia emocional también es deficiente, haciendo que los hombres tengan menos recursos a la hora de afrontar situaciones problemáticas tanto emocionales como socioculturales. El patrón de “hombre” implica que este debe valerse sólo, para sostenerse a sí mismo y a su familia. Proveer para los demás, y no pedir ayuda. El peso y la responsabilidad que recaen sobre el hombre son inmensas.  Estos factores no se deben a la biología, son mandatos de género. Son cosas que se exigen al hombre para encajar en el patrón de la masculinidad. Se llega a ello a través de la educación y del proceso de socialización. En conjunto, hace que los hombres sean un colectivo más vulnerable ante situaciones que puedan llevar a desear el suicidio. 

Si siempre se ha dicho que las mujeres eran “el sexo débil” es porque se presuponía que había uno “fuerte” y por descarte, ese sería el masculino. Esta obligatoriedad de ser siempre fuertes no admite vulnerabilidad por lo tanto imposibilita reconocerla, aceptarla, y buscar ayuda. Vivir fuera de la Man Box resulta repudiable, pero  estar dentro acaba siendo dañino para los hombres, otra paradoja más del sistema patriarcal. En palabras de Connor Beaton, lo que hace a los hombres vulnerables es justo esa exigencia a ser invulnerables. “Our attempt to be invulnerable as men IS our biggest vulnerability[12]

Llegó el momento del cambio y la pregunta es  ¿qué se le pide ahora al hombre?  ¿Cómo es esa nueva masculinidad? Pues es tan simple como compartir la carga e integrarse en su comunidad. Sólo tienen que preocuparse por la anticoncepción, los cuidados familiares y domésticos. Aquellos que quieran tener descendencia, se deben implicar y disfrutar de la paternidad y la crianza. En esencia, lo que pediríamos como normas éticas básicas de cualquier agrupación de personas, no discriminación, no violencia, y respeto. A parte de eso, libres de ser hacer, sentir y ser. No es tan difícil, ¿verdad? No nos preguntemos cómo de ser un hombre, sino cómo debe ser una persona. 

El nuevo hombre será más libre que el anterior, a pesar de ceder privilegios y adoptar deberes. Nosotras hemos hecho nuestra parte, teniéndo todo en contra. Ahora les toca a ellos, contando con nuestro apoyo. Ya no es debatible. Estamos ante su génesis. Seamos simplemente personas, sin importar géneros, orientaciones, capacidades, compartiendo el planeta. Seamos terrícolas. 

BIBLIOGRAFIA

Abecassis, E. & Bongrand, C. El Corsé Invisible, (2007)

Beaton, C. The Mask Of Masculinity (2016)

Bonino, L. Obstaculos y resistencias masculinas al comportamiento igualitario, (2004)

De Béjar, S. Tu Sexo Es Aún Más Tuyo (2011)

Darder, M. Nacidas para el placer (2013)

Despentes, V. Teoría King Kong, (2018)

Elberdin, L. Sexulapikoa, (1997)

Estupinyá, P.  S=EX2  La Ciencia del Sexo, (2013)

Gray, J. Los Hombres son de Marte, Las mujeres de venus (1992)

Mental Health Foundation Suicide (2019)

Navarro-Gómez, N. El Suicidio En Jóvenes En España: Cifras Y Posibles Causas. Análisis De Los Últimos Datos Disponibles (2016)

Organización Mundial de la Salud Suicidio (2019)

Porter, T. A Call To Men (2010)

Sierra, A, Conversaciones Sexuales Con Mi Abuela (2017)


[1] Estupinyá, P.  S=EX2  La Ciencia del Sexo, (2013) pg. 60

[2]  Despentes, V. Teoría King Kong, (2018) pg.167

[3] Despentes, V. Teoría King Kong, (2018) pg.164

[4] Despentes, V. Teoría King Kong, (2018) pg.167

[5] Bonino, L. Obstaculos y resistencias masculinas al comportamiento igualitario, (2004)

[6] Abecassis, E. & Bongrand, C. El Corsé Invisible, (2007)

[7] Porter, T. A Call To Men (2010)

[8] Sierra, A, Conversaciones Sexuales Con Mi Abuela (2017), De Béjar, S. Tu Sexo Es Aún Más Tuyo (2011)

[9] Elberdin, L. Sexulapikoa, (1997) Pg. 327

[10] Mental Health Foundation Suicide (2019); Organización Mundial de la Salud Suicidio (2019); Navarro-Gómez, N. El Suicidio En Jóvenes En España: Cifras Y Posibles Causas. Análisis De Los Últimos Datos Disponibles (2016) 

[11] Beaton, C. The Mask Of Masculinity (2016)

[12] Beaton, C. The Mask Of Masculinity (2016)